Vengo del submundo del silencio, busco una explicación a cada suceso de mi vida, un yonqui adicto a las dosis de soledad.
En la oscuridad de mi propia penumbra, intento que mis pensamirentos sean entendidos por la humanidad, como si un mudo intentará ser oído ... algo imposible.
Camino mostrando una faceta de mí, un rostro pulcro de lo triste, con una sonrisa imborrable y una seguridad envidiable; pero las sombras ocultan una realidad diferente... un pensamiento meláncolico que paradójicamente busca compañía; una mente dubitativa insaciada de entendimiento; uno de esos tanto dementes que se ocultan en la neblina de lo cuerdo.
Me sentía seguro encerrado en las cuatro paredes de mi cuarto, inyectándome cada día un poco de soledad, ya acostumbrado de aquella rutina enfermiza pero placentera... mientras pensaba que jamás encontraría a aquel ser que fuera tan demente como yo para entender mi realidad, mi mundo... pero un día similar como tantos otros apareció aquella alma, aquel rostro frío que entre la melodía que nos trae la noche, se mostró similar a mí.
Era una mujer hermética a los malos pensamientos, al causar dolor al resto; una altruista de vocación... pero detrás de aquellos ojos oscuros y silencioso perfil, se encontraba alguien que vivía en su propio mundo, un mundo idealidazo con pensamientos y formas de mejorar el resto.
Era una yonqui adicta al arte, por sus venas corría el ver la belleza en pequeños detalles y expresiones... una capacidad fulminante de mirar más allá de lo normal.
Cada día miraba como pasaba frente a mis ojos y yo sin poder dirigirme a ella como quisiera, sólo un leve gesto con la mano devuelto por una sonrisa amable y un "hola"; ¿Pero ella sentiría lo mismo que yo?
¿Pasaría por su mente lo mismo que pasaba por la mía?. Por primera vez en la vida tenía la sensación de que ella era parte de mi destino, que nuestras vidas estaban hechas para entrelazarse... aunque su silencio me hacía pensar que ella no sentía lo mismo, como si lo que buscara por años y años no notara mi presencia.
Yo y otra vez mi penosa realidad; un día no la vi más pasar ... y como nunca por mis ojos cayeron lágrimas de pena, el silencio volvió a invadir mi mundo, mi espacio... su recuerdo peramneció en una agradable melodía cantada por ella, la que intepretaba cada vez que pasaba frente a mí; por mi parte volví a caer en mi maldita adicción, el inyectarme de fuerza y soledad para continuar en este misero mundo... destinado a ser uno más de los suburbios de la demencia y los nunca comprendidos... ahogado en mis propios problemas. |