Cual iteración en lo finito de la vida, el aleteo de una idea inacabada se presenta ante esta farsa.
La observo detenidamente e intento hacerla a un lado.
Ella me arroja un gesto que acuna en sus brazos y no puedo hacer más que recibirlo con los brazos abiertos, con estas extremidades que cobijaron alguna vez.
Son mis yemas las que sangran sin la sustancia que restablezca (diré tu piel?).
Mi mirada se volvió olvido. Ante todo, un concepto falazmente sutil; ella, que me proporcionaba tus límites.
Se estruja el músculo en mi pecho al recordarte y mis lágrimas son constelaciones en el firmamento ciego de mis ojos.
Mis pulmones sueltan un débil sonido a encierro, a mar salado dentro de un pequeño envase, recuerdo ahí la calidez de la arena de tus playas.
En un momento atrás surgiste como un sol y no temí volverme Ícaro entre tus brazos, pero bueno, jamás pensé que tu calor derretiría mis polos en tan corto tiempo, y fue así que, rematado como estaba, caí, extendiendo lo descarnado en mi alma hacia vos.

(No digas nada, pero me he convertido en pantano para hundir en él todo mi sentir y demostrarte nada. Claro está que, tarde o temprano, el pantano devuelve lo que anida en su interior, es irremediable y creo no poder hacer algo al respecto, el miedo a enamorarse es mortal para algunos, no para mi).