Estaba pendiendo de un hilo, sus ojos desorbitados, la sonrisa pegada a los labios con alfileres, un brazo desangrándose y las manos llenas de pecados, se sintió capaz de tomar el arma y explotar a quien se le pusiera en el camino sin culpa ni remordimiento, al final de cuentas, eran todos unos híbridos mal nacidos.



Y caminaba entre las calles como una gata, brincando bardas, resonando con sus pasos las aceras húmedas de cansancio podrido, silencios pausados y luces infiltradas en la noche haciendo que los autos derraparan. Se escondió tras el árbol frente a la puerta, echando un vistazo con sus ojos de hurí alrededor de si misma para asegurarse de que el fantasma no estuviese tras la esquina.



Luego entró pausadamente, no supuso que las cosas debiesen estar en el orden lógico después de su ataque de pánico descontroladamente agresivo, no esperaba que los vidrios siguieran en el piso y las almohadas fuera de sus lugares. La histeria la perturbó unas cuantas noches antes de que saliera buscando como loca un lugar para poner a dormir a todos sus miedos. Todo estaba como ella lo dejo, cada cristal, cada copa, cada gota de excitación pegada al sillón de la manera perfectamente caótica en que debía de estarlo. No había motivo racional para que fuese de otra manera, sin embargo era su ansiedad la que la hacía desearlo.



Se dejó caer en medio de la conjunción de objetos anárquicos y oscuridad temprana, cerró los ojos intentando recordar el comienzo de tal alucinamiento. Razones no había, solo voces y pensamientos esquizofrénicos que la hacían pensar en una despersonalización, ser otra, ser dos individuos al mismo tiempo, uno frente al espejo y otro detrás de el. Seguro que verse flotando sobre su cama mientras dormía no era una buena señal. Tampoco saber el futuro, ni predecir los eventos cinco segundos antes de que ocurran… no estaba loca, tal vez sólo era diferente.



Caminar en una línea delgada entre una simple neurosis y la psicosis sin retorno era su fuerte, viraba el navío entre la cordura y la locura con tanta facilidad que era complicado saber el momento en que el timón cambiaba de rumbo, su mente era una bomba de tiempo, una ironía completa, un perfecto sistema de idas y vueltas programadas al azar. El caos de universo estaba envuelto en su cerebro.



Se tiro al piso revolcándose entre murmullos ajenos a sus labios y propios de una habitación vacía, gateaba alrededor con movimientos tentativos para darse vez en cuando una vuelta sobre si misma y reír a carcajadas. El teléfono sonó, se apresuro a ponerse de pie y sacudirse la locura del pantalón. Contestaba seriamente, como si nada malo sucediera, con voz amable y melódica explicaba a su interlocutor que estaba perfectamente bien, mientras sus ojos encendidos y su mirada perversa se hacían señas a si misma en el espejo.



Colgó, suspiró, bajó la cabeza y se echo a llorar por la simple razón de estar viva y la posibilidad de tal vez no estarlo mañana, sin embargo se encontraba mas tranquila, un solo roce con la realidad la había traído de vuelta, flagelando su inspiración suicida, de nuevo en su juicio encendió las luces y se dedicó a limpiar todo metódicamente hasta no dejar un solo rastro de su crisis pasada.



Quedó todo perfecto y se sentó frente al monitor del ordenar para seguir trabajando en su tesis. Necesitaba titularse pronto para cumplir con su meta profesional. Sólo necesitaba dominar el ímpetu de sangre propia o ajena y ser una persona normal un par de horas más al día. Hurgó en el cajón sin ver hacía abajo, instintivamente saco las pastillas y se tomo tres de un solo golpe, era su maná, su elixir mágico para seguir viviendo acorde a los requerimientos usuales de la sociedad allá afuera, debía permanecer sedada como un animal peligroso.



Apagó la computadora y decidió dormir, pensando cuando sería su próximo ataque y si viviría para contarlo, deliberando consigo misma acerca de su futura boda y diciéndole adiós a otro día normalmente terminado.