La montaña del siempre verde…
"Internacionalicemos a los niños,
tratándolos a todos ellos, sin importar
el país donde nacieron, como patrimonio
que merecen los cuidados del mundo entero".
Chico Buarque
La mañana despertó soleada, cuando Mario Osvaldo y Tomás se levantaron el sol estaba alto, una vez más no lograron ver amanecer como desean, pero sus padres nunca los despiertan a la hora que sale el sol.
Los casi cinco años de diferencia que hay entre ambos no opaca su amistad aunque el mayor siempre lleve la batuta en sus juegos. A Mario no le molesta ya que desea aprender todo lo que sabe Tomás. Cada día se juntan en la ladera de esa montaña que siempre permanece verde. Los niños son los únicos autorizados para que corran tan libres como las aves y animales que poblan la cordillera, el resto ingresa solo por necesidad.
— Leon.cio, oigame bien —dice la señora Eleon_ora— sus cachorros tienen hambre, mi leche se secó, así que como buen padre vaya y traiga algo para que coman.
— Leo —que es como le dice el esposo— voy a tener que bajar al poblado de los humanos y traer algo, no me gusta mucho, pero, la necesidad tiene cara de hereje.
Ha llegado la primavera y algo anda mal en los montes, pocas crías se ven. El puma anda hambriento, se le ha visto merodeando gallineros y corrales, se ha llevado algunos corderos y cerdos para alimentar a su prole que crece en lo alto de uno de los cerros.
Mili la abuela de Mario le regaló un corderito, felices andaban los amigos jugando con él, este, corre tras ambos y si no le prestan atención, les propina cabezazos, Mario, es quien la pasa mal ya que cuando lo pilla en un descuido, de un golpe lo hace rodar por el suelo; se pega una llorada, se sorbe los mocos y deja de llorar caso contrario sufrirá las bromas de Tomás, quiere parecer adulto, entonces, le dura poco el llanto, Y es que en su inocencia considera a su amigo como todo un hombre.
— ¡Mario! Vamos p´a los cerros
— ¿Le pido permiso a la gueli, Tomás?
— Si, pero apúrate antes que llegue tu mami y no te deje ir, pídele a la gueli que te de alguna cosita para comer
— ¿Qué le pido?
— Pídele unas arepitas y fruta, agua hay en la vertiente, pero apúrate, si no me voy solo
— Ya poh, no te vay solo, no seay malo ¿querís?
— Si, compa, te espero.
—
Así es cada día, en el poblado se ha puesto mas atención con los niños ya que la situación se ve gris, los animales grandes que poblan cordillera están bajando y les pueden hacer daño.
Esa mañana, cuando se levantó Mario fue a buscar a su “Ricitos” para darle algo de pasto tierno. Se oyó un grito que remeció toda la casa…¡Mamá, Ricitos no está!
— Guelita!!!!! No está mi Ricitos
En de la casa reina un silencio sepulcral, los mayores sabían que el león se llevó el cordero del niño, por suerte su padre fue el primero en percatarse, tapó la sangre que había quedado.
Con su cara roja de llanto regresó a sus padres, preguntaba y nadie sabía que decir, se abrazó a la falda de su gueli y lloró y lloró, la abuela le acariciaba el cabello sin saber que hacer, le decían que lo buscarían, pero, el niño intuía que no había vuelta, no desayunó, nadie le obligó, sólo atinó en buscar a Tomás.
En una de las cuevas del cerro más alto, retoza don Leon.cio, su esposa, doña Eleon_ora y sus dos cachorros de nombres Leon_cina y Leon.cito. Se sienten ahitos con el atracón de carne de cordero que se dieron.
—Leon.cio, — dice la leona— vas a tener que cuidarte, mira que ese corderito que nos regalaste era de un niño. Si no hubiese llegado esta peste no habrías ido al pueblo a buscar comida, nos van a buscar para cazarnos, así que cuídate mucho viejo. Hay que enseñar a los hijos a esconderse en lo alto del cerro, hasta acá no van a subir. —son los temores lógico de mamá puma
—Si, amor, me cuidaré y también educaré a los hijos para enseñarle a vivir sin nosotros, mira que con mi compadre no tuvieron piedad.
—Si Leon.cio, he visto una cueva de ratones de cola larga, voy a llevarlos ahí para que aprendan a cazar. A lo mejor con eso se abuenan los humanos, esos ratones cuando bajan al pueblo enferman a hombres y niños y hasta se mueren, así también les ayudamos a que la peste se vaya luego para estar tranquilos.
En el pueblo y más aún en casa de Mario, la ira cunde, saben que es el león quien se llevó la mascota del niño. Se prepara una batida al cerro para dar con el puma, no es algo que guste mucho, han vivido en armonía muchos años.
— Tomás!!
— Si, papá
— Hijo, ayúdame a preparar unos tiros para la escopeta, usamos todos los que habían.
— Ya papá, al tiro voy
— Hijo, ten cuidado, no enciendas fósforos, coloca perdigones grandes.
— Si papi, si ya se hacerlos.
Tomás se sentó a la mesa, y con paciencia fue armando los tiros, cuando el padre miraba a otro lado, escondía algún perdigón en un bolsillo, así fue juntando uno tras otro.
El padre de Mario y el de Tomás toman sendas escopetas, cargan algunos tiros y suben al cerro, Tomás trató de ir, no se lo permitieron. Después de algunas horas regresaron sin éxito, cazaron algunos patos, pero, nada más.
Mario, se refugia en su amigo y en su gueli, sigue buscando por todas partes, llama a su amigo ya que su pena por ser tan grande, no se quita con nada..
— Tomás!!!!
— Que quieres Mario
— Ayúdame a buscar al Ricitos, mira lo busqué en la casa y no está, mi pa dice que fue el león, yo no quiero que sea el león por que se morirá. ¿cierto que no fue el león Tomas?
Tomás lo abraza, lo lleva hasta el aromo que está florecido, trata de consolarlo.
— Mario mira, si fue el león, mañana vamos a ir los dos al cerro y lo buscaremos con la escopeta de mi papi y, como mi pa me ha dicho por donde pasa el puma, allí lo esperamos y cuando venga le disparamos, ¿quieres?
— Ya!!!!, pero yo quiero a mi Ricitos. ¿Quién me va a pegar cabezazos? No ves que yo lo quiero –y le salen lágrimas nuevamente, no se van con nada.
— Mario. Yo soy tu amigo, ¿Verdad?
— Si poh!
— Mira a lo mejor, Ricitos no vuelve más, pero no sigas llorando. Mira yo voy a conversar con tu gueli, para que busque al Ricitos. Ya
— Ya Tomás, pero dile luego ¿ya?
— Si, si Mario, mira voy a ir yo, pero voy a ir solo, tú me esperas acá. Vale
— Vale. Tomas.
— Sa Mili!!
— ¿Que quieres Tomás?
— Mi papi, dice que fue el león el que se llevó al Ricitos y yo le creo
— Si, hijo, pero, no le digas a Marito, que tiene mucha penita
— Si, Sa Mili ¿Por qué no le compra otro?
— Mi niño, el se dará cuenta.
— Gueli, mire, la cabra de la “Sa Sofía” parió varios hijos, a lo mejor con un cabrito se conforma, mire yo lo convenzo, mire sa mili, me da pena mi amigo y usted tiene que hacer algo, ¿por favor? Mire, yo se lo pago después a ustéd, mire le barro el patio por una semana, le voy a comprar el pan también ¿por favor?
— Mi niño Tomás, hablaré con la Sofía.
Tomás partió donde su amiguito, y le habló tantas cosas que el pequeño fue conformándose.
Al regresar se encontraron con un cabrito, blanco con manchas negras, Mario miró y trató de entender a la gueli cuando le dijo
— Mario es para tí
El niño, miró al animalito, no le hizo mucho caso, pero, el cabrito, como todo cachorro es juguetón, le mordió el pantalón, y sonrió Mario, a los minutos ya andaba jugando con su nueva mascota.
— Cuídalo Mario, que no se vaya para el cerro.
— Gueli, se llama “Mancha”, así le pusimos, ¿cierto Tomás?
Desde los cerros bajan sonidos de disparos, es que los hombres andan a la caza de los pumas que siguen bajando a saciar su hambre.
No logran encontrar a don Leon.cio. Este no se arriesga a bajar cuando hay luz solar.
El “Mancha” se ha acostumbrado a los juegos y mimos de los niños, corre tras ellos, salta, trata de comerles su comida sube con ellos hasta “Los Tres Árboles”, —nombre que le dan a su lugar preferido de juegos allí en los cerros—, y es que hay, un Bucare, una Ceiba y un Guayacán, los que salieron en un espacio de menos de dos metros. Allí sueñan con ser grandes, sueña Mario con parecerse a su compadre Tomás.
A la mascota le colocan un collar la atan a uno de los árboles y no lo dejan irse, temen que algún puma se lo robe, llevan frutas, sopaipillas, mangos y granadas, paltas y lo que haya a mano y que sacie el hambre, o lo que le den las mamás o abuelas. Cerezas han habido hartas, el suelo está regado con sus cuesquitos,
Los niños no pierden las esperanzas de hacer algo con el que les arrebató a Ricitos.
— ¡Tía Mila! Déle permiso al Mario para que vayamos a “Los Tres Árboles”.
— ¿A que van a ir? Por allí dicen que pasa el puma
— No Tía, si es cerquita, yo cuido al Mario para que no le pase nada.
— Bueno, vayan pero hasta allí no más, y tengan cuidado también con el litre, que le puede dar alguna alergia a ti o al niño.
— Si tía. déle algo para que almorcemos.
—
Mila sonríe, ama a ambos niños y, confía en el mayor, vivo, despierto. Es mejor darle permiso y saber donde irán, por que bien pueden en un descuido escaparse, Mario, tiene un morral en donde guarda de todo, lo carga con frutas y un par de sanguchitos, la abuela se rasca la cabeza y los mira irse, van con el Mancha y el perro de Tomás, Mario, mira a la gueli, le pasa el bolso a su compay y corre hasta ella, le da un beso y corre donde Tomás.
— Mira Mario, el león se llevó a Ricitos, pucha, debe haber tenido hambre, mi papá dice que no lo buscarán más, pero, cacémoslo tu y yo, ¿querís?
— ¿Verdad?
— Si, yo tengo dos cartuchos y algunos perdigones, cuando mi papi salga, saco la escopeta y nos venimos y esperamos por donde pasa el puma, yo se Mario, mi papi me dijo y es ahí mismo donde Los Tres Árboles.
Llegó el día en que el padre de Tomás fue al pueblo cercano a buscar algunas faltas, quizá volviese al siguiente. Tomás entró a cuarto en que estaba el arma y la sustrajo, se alejó dejándola escondida para tomarla en cuanto Mario pudiese escaparse e iniciar la aventura de cazar al león.
Se descuidó la abuela y Mario escapó, fue a donde lo espera Tomás, algo encontraron para comer. Por que es sabido que cuando se va a la guerra hay que tener comida ya que no se sabe a que hora será el combate y, esperar a que el León.cio se aparezca puede tardar horas, Llegan a su lugar se sientan, en la parte más limpia el mayor coloca ambos cartuchos vacíos.
— Mario, dame los perdigones
Mario se mete las manos al bolsillo y saca solo tres, los otros los perdió cuando subían.
— Puchas Mario, que soy irresponsable, ¿Qué le disparamos ahora?
— Tomás no me retís, no vis que venía jugando y no me di cuenta
— Ya oh, ¿a ver déjame pensar? Cabro chico, soy pajarón
— No me retis mas Tomás, con tres bolitas bastan.
— No, hacen falta más, pero ya se, mira, recoge cuescos de guindas, los secos.
— Ya voy a ser grande como tu pa que no me retís más.
Arman dos tiros con carozos de guinda, preparan la escopeta y esperan, ubican el arma sobre un ángulo que hacen dos ramas del guayacán, la apuntan hacía la huella del puma.
Sería innecesario decir que estaban nerviosos y con miedo, para pasarlo se comen sus raciones.
Sienten que algo camina, se colocan detrás de la escopeta, en el claro aparece la cabeza de un puma, tiemblan los dos, el miedo los consume.
Sabido es que en esas tierras húmedas y verdes los leones no atacan a los humanos, menos aún a los niños, claro que eso no lo tienen muy claro, si se llevó al Ricitos, es para temerle
Tomás empieza a apretar el gatillo, Mario lo afirma ¿quizá se afirme en su amigo? Hay un estruendo, el retroceso del arma los lanza hacia atrás, caen sentados. Se paran aún con temor, miran, el león no está, se sientan y esperan que se quite el dolor del culatazo, se soban, no hablan, poco a poco sale la voz.
— le dimos –dice Tomás
— Si Tomas, le pegamos justito en la cabeza ¿cierto?
— Si, en la cabeza le dimos
— Eso es por que se llevó a mi Ricitos ¿cierto?
— Si, así es ¿vamos a verlo?
— Ya Tomás ¿y si no está muerto?, tómame la mano por favor Tomás ¿Ya?
— Vamos.
Caminan, un paso y otro, se detienen, miran a todos lados, esperan, caminan, llegan, ven gotas de sangre, pero no hay león.
Esperan un minuto, buscan, no encuentran nada. Están seguros que le dieron, así que alegres bajan. Bajan cantando. Hay juramento de no contar nada, por que sacar un arma es delito y castigarán a Tomás.
Pasó el tiempo y no se supo más del puma, las cosas volvieron a la normalidad. Los niños siguen creciendo, pasa un año, una nueva primavera llega, en los cerros se oye el trino de pájaros nuevos, el cóndor vuela alto, desde la altura vigila, busca algún animal muerto para limpiar el monte, el águila observa, si algún conejo está descuidado, caerá sobre él y lo llevará a su nido, sus polluelos también deben alimentarse, desde algunas cuevas salen los negrísimos cururos, los pudúes pastan con su timidez endógena, sus ojos grandes que denotan nerviosismo.
Una madrugada el corral de un lugareño amanece destruido, falta un cerdito. El mismo puma se dijo, Mario y Tomás se miraron, escondieron al Mancha y partieron rumbo a “Los Tres Árboles”.
Pasan confiados, llegan al lugar y se sientan a esperar, pasan los minutos, un par de horas, en eso estaban, (ellos convencidos de haber acertado al puma) cuando sienten un ruido en la cercanía, se tensan, se asustan, pero aguantan, a los minutos unos grandes ojos de felinos aparecen entre las sombras de los árboles, miran al lugar.
— Es el puma, Mario
Los niños abren sus ojos, el león abre los suyos, están muertos de miedo por la sorpresa, por su parte el león…los mira, recuerda el estruendo que lo golpeó, se da vuelta regresando por donde venía.
Ambos con estupor por la sorpresa abren los ojos, ven al puma huyendo de ellos, pero.
— Tomás, mira al león
— ¡¡¡Chuttaaaaaaaaaaaaaa, Le crecieron ramas en las orejas y en el lomo!!!!!.
|