1
—Me viste el otro día en el Metro?
—Sí
—¿Y qué te pareció?
—Te encontré muy zen...
—¿En serio?
—Yes.
—Pues, yo no estoy tan seguro de eso. —Dijo Rod como para sí mismo y se hundió en el sofá de la sala del pequeño café del aeropuerto. Faltaban aún dos horas para que llamaran a embarcar.
—¿Por que, no te gustó?
—No es eso. Creo que me gustó el proceso, pero una vez que lo vi ahí, la verdad, no sé. No es muy cult.
—¿Cult?
—Es decir, no es lo verdaderamente fashion que pensé podría llegar a ser.
—¿Fashion?. ¿De qué hablas?. Es una instalación de porcelanas antiguas, qué puede tener eso de fashion?
—No entendiste nada entonces. No son porcelanas antiguas, es la interpretación de una sociedad cínica que en su nihilismo narcisista lo niega todo, hasta sí misma.
—¡Ah!
—No entendiste nada de eso, verdad?
—No
—¿Crees que alguien lo haya entendido?
—Pues claro. Si hasta estuvo la prensa y saliste en los diarios y en la televisión.
—Pero eso no significa nada.
—Mm...¿Sabes?
—Qué
—Leí en un artículo, no me acuerdo cuando, que a los artistas modernos no hay que entenderlos, hay que sentirlos. Lo que...
—Y eso qué tiene que ver conmigo?. —interrumpió Rod malhumorado.
—Bueno, a eso voy. Puede que no entienda tu instalación de las cerámicas pero me hizo sentir como..
—Cómo —se impacientó Rod.
—Bueno, como...como si estuviera en otra época.
—Lena, Lena, Lena. Mejor cállate.
Lena se arrellanó en el sofá cogiéndose las rodillas y haciendo pucheritos con su angelical rostro. Sus largas pestañas cual persianas venecianas, se abrían y cerraban en un mohín compungido
.
—Esta bien, ok?. —terció Rod—. Es posible que tengas razón. La verdad es que a mí tampoco me convenció. No sé, pienso que es una mierda. Ni yo mismo la entiendo. Nunca me agradó la idea de incluir las cerámicas pero Yale insistió. Según creo, el patrocinador es Porcelanas Porvenir. —Y rió con desdén. Lena también rió y lo miró con esos ojos grandes y encandiladores que sólo sugerían una mirada encandiladora.
—Te amo Rod.
—Hum, —dijo Rod y cambió abruptamente su ánimo—. Estoy cansado de esperar. Mejor vete a tu casa. Cuando llegue a Berlín te llamo.
—¿No quieres que espere contigo la llamada a embarcar?
—Haz como quieras, pero yo me voy al baño a fumar un porro.
2
Sol a plomo en Berlín y 35 grados Celsius a la sombra. Rod abandonó su sobretodo no bien bajó del avión y encendió un cigarrillo ignorando el cartel de No Smoking
-Apague el cigarrillo.- El fornido guardia alemán, rubio y atlético, lo miró con cara de GESTAPO.
Rod escuchó la perorata gutural y aplastó el cigarrillo en el suelo como a una cucaracha. Siguió su camino sin siquiera mirar al hombrón que se agachó para recoger el destripado resto. Afuera, una nube de alemanes esperaba a los viajeros. Entre tanto rostro rubicundo pudo distinguir a uno que portaba un cartel con el nombre de ROD. Rod lo miró de soslayo acomodándose la greña al tiempo que le decía: Soy Rod.
—Oh, mister Rod, ¿Cómu ha estadou el viajei?. – dijo el alemán extendiéndole amablemente la mano y cogiendo su equipaje, que acomodó en un carrito.
—Ok., bien
—Y Santiagou, todou bien por allá?
—Bien, respondió fastidiado. Hace un poco de frío.
—Je, je, je, acá hacer unos caloures de fauck and shet.
—Bien, lo estoy sintiendo. ¿Adónde vamos?
—Iremos al Hoteul y luego lo pasaremos a busca para ir a la feria.
—Bien.
“Media hora de ducha resulta relajante cuando a uno le cambian el reloj biológico”, pensó Rod. Salió envuelto en una gruesa toalla blanca y cogió el teléfono.
—Alo, Lena?
—Si
—Hola
—Hola
—¿Estás bien?
—Si
—Bueno. Acá estoy yo en Berlín. Acabo de tomarme una ducha y espero algo de comer -comentó relajado.
—Ah.
—¿Estas bien?
—Si, te dije que sí.
—Bueno, espérame un poco un línea, creo que llegó mi comida. —Dejó el auricular sobre la cama y se deslizó hasta la puerta, sacudida por discretos golpes. La camarera lo miró con desagrado. Rot había perdido la toalla que yacía en el suelo, cerca de la cama. Puso unas monedas en la mano de la camarera y le pidió que cerrara la puerta. Cogió un porro de una petaquera metálica y lo encendió.
—¿Sigues ahí? —Dijo mientras aspiraba largo la espesa y aspera voluta.
—Si
—¿Tomaste algo?
—No...este, si.
—¿Qué tomaste?
—Coca
—Qué te he dicho Lena?. –—Rod se encolerizó. Hasta cuando mierda vay a estar con esa actitud?. No podís tomas coca pos hueona. Sabís que te hace mal, cabra culiá. Putas que las cagai, por la cresta. —Y colgó de golpe el teléfono. Aplastó la cola del porro en el cenicero y se quedó mirando la bandeja de comida; una hamburguesa especial y papas fritas ocupaban el plato. Al lado descansaba una coca cola y una botella de vodka. Tomó el vodka y bebió un par de sorbos del gollete. Luego mascó la hamburguesa y unas papas fritas. Dejó el resto de lado y se vistió.
Una personalidad del mundo artístico suramericano. Un creador innovador y potente. Tengo el agrado de dejar con ustedes a Rod Taylor.
El presentador se hizo a un lado y Rod subió al entarimado mientras era aplaudido por un nutrido y variopinto grupo de personas que se habían congregado en torno al proscenio. Rod, alto y desgarbado, su pelo enmarañado y vestido con una polera y jeans gastados, sonrió apenas para agradecer los aplausos. Cogió el micrófono con el desenfado de un rockero y saludó a los presentes:
—Hola. Hello, thankyou all
El grupo continuó aplaudiendo mientras Rod dejaba el micrófono de lado y trataba de bajar del escenario. Una mano lo detuvo.
—Mister Rod. Nos gustaría que conversara con nosotros acerca de su obra. —Lo invitó con un gesto a que cogiera el micrófono. Rod, de mala gana así lo hizo.
—Mister Rod, a qué debe el gran éxito que ha tenido su obra en toda suramérica y Europa? —preguntó un reportero bajito que hacía esfuerzos gimnásticos por sobresalir entre la multitud. Su micrófono tenía grabada la sigla de una estación francesa.
—Pues la verdad no lo sé.
—Siempre quiso ser artista? —preguntó una joven desde la platea, cómodamente ubicada por pertenecer al canal de televisión alemán auspiciador de la muestra artística.
—No, sólo surgió—. Rod miraba a uno y otro lado con ojos cansados y aburridos.
—Qué opinión le merece la obra de otros artistas vanguardistas como Vouclev, Pranis o Montserrat?
—No tengo opinión de mis colegas. Supongo que lo hacen bien. – “Nunca he escuchado nada de ninguno de ellos”, pensó. “Deben ser europeos”.
—Pero Montserrat es chileno como usted. —insistió la voz.
—¿Si? —
La concurrencia rió de buena gana. Rod se sintió incómodo.
—Su última instalación en Santiago, en una de las estaciones del subterráneo, es decir, El Metro, fue todo un éxito. Háblenos de ella. —pidió el presentador de impecable smoking y pelo rubio engominado.
—Bueno, es una representación alegórica de la sociedad nihilista y consumista....que se consume a sí misma...en su nihilismo...paranoico. –Sintió una especie de náusea y se llevó la mano a la boca. No pudo entender qué dijo el traductor pero la gente que lo escuchaba parecía impresionada.
Bueno, por ahora dejemos descansar al genio.—interrumpió el engolado presentador al ver el mal estado en que se encontraba el artista—. Los invito a presenciar una retrospectiva de la obra creadora de este gran artista que es Rod Taylor.
Rod bajó el entarimado entre entusiastas aplausos y gente que se agolpaba sobre él para obtener un autógrafo o preguntarle alguna estupidez en un alemán desagradable. “Qué idioma tan horrible”, pensó. “Es el indicado para imprecar al culo cuando no quiere cagar.” Rió para sí y se encaminó rápidamente a la salida.
3
—Lena, estás ahí?. Contesta mierda. Luego de esperar escasos cinco segundos cortó la llamada con estrépito. –Mierda, recontramierdas. Dónde se habrá metido esta puta carajuda y sucia. –—Se recostó en la cama mientras fumaba un porro. Las volutas se elevaban deshaciéndose en figuras caprichosas que semejaban todo lo que un volado pudiera querer imaginarse. Tomó la botella de Vodka de encima del velador y se echó un trago largo y ruidoso. Eructó saludablemente y se incorporó. Metió su desgreñada cabellera bajo el grifo de agua fría y con el pelo estilando salió hacia la calle. Afuera, el sol abrasaba las calles de Berlín y el termómetro registraba 32 grados Celsius.
“Gracias a Dios es viernes”, pensó Rod tirado sobre la cama con la botella de vodka vacía en su mano derecha. Tenía la última presentación en Berlín a eso de las ocho de la noche y luego correría al aeropuerto a tomar un vuelo a Santiago. “¿Que no hay vuelos a Santiago los viernes de noche?. No importa. Tomaré un vuelo adonde sea y luego veré alguna combinación, pero no pasaré una noche más en esta ciudad de mierda, llena de nazis rubios y mujeres pechugonas.” La cabeza le daba vueltas como un tiovivo. Había desconectado el teléfono muy a su pesar; Lena podía llamarlo. Pero estaba harto de contestar las llamadas estúpidas y malintencionadas de periodistas nazis que querían ver debajo del agua.
—Cómo es que un talento como el suyo, Mr. Rod, podía provenir de un país tan alejado del mundo como Chile?
—Y qué se yo. Yo podría preguntarle lo mismo a un estúpido alemán que se le ocurra poner un pie en mi país.
—No es lo mismo, Mr. Rod. Alemania tiene una rica tradición cultural, histórica. Y bla, bla, bla,
—Cree realmente que su arte es vanguardista, Mr. Rod.? Se lo pregunto por que hay un cierto grupo de críticos que lo ha llamado “arte basura”.
Arte basura, basura de arte. El arte es lo que es y chao. Al que le guste bien y al que no, también. ¿A quién le importa lo que digan los críticos?. Vivo honradamente de lo que hago y no le hago daño a nadie. Si no les gusta lo que hago, no me hueven y déjenme tranquilo. Acaso ustedes, chuchas de su madre, manga de hipócritas, piensan que lo que hago lo hago para ustedes, para complacerlos?. Me chupan un huevo todos ustedes. Me los paso por el forro. No estoy ni ahí. Ya transé demasiado cuando no conocía el mundo de mierda en el que me metía: “Que tu arte tiene que ser esto y aquello”, me decía Yale y su manga de chupasangres asesores que decían ser mis representantes. Y más que decírmelo, me lo imponían. “Que no puedes llamarte Benito Romero, no es musical para lo que haces. Tienes que tener un nombre Had Doc, un nombre fashion, me captas? A ver...hum, déjame ver. Ya, creo que lo tengo. Mira, por tu pinta y por todo lo que representas deberías llamarte Rod, sí. Eso es. Rod... Rod Taylor. Fantástico, Guauuuuuuuuuu. Vas a ser una estrella rutilante, vas a conmocionar el mundo del arte, yes”, Marrano inmundo de Yale, merchandising. Conseguiste lo que quisiste. Ganaste dinero a manos llenas conmigo a cambio de mí, de mi yo, de mi personalidad, de todo lo que era hasta ese momento.
Embriagado por el vodka, Rod apenas escuchó los golpes a la puerta. Se levantó bamboleante en medio de un mundo que giraba al revés. Penosamente abrió la puerta despacio. Ante él apareció la figura varias veces repetida del patrocinador de la muestra, Erick Brown.
—Rod, qué pasa. Tenemos la cena con los críticos en media hora y mírate como estás—. Rod apenas si era capaz de mirar algo.
—No estoy para ir a ninguna reunión de buitres. —Dijo agitando los brazos mientras el caído mentón articulaba las palabras con pesadez, deformándolas–. No pienso ir. Tengo que tomar un avión para Chile, ahora. Y cayó pesadamente sobre la cama respirando agitadamente.
—Esto le puede costar caro, Mr. Rod. Yo le asegur...
—Váyase de aquí, ahora. –Gritó Rod desde la cama amenazándolo con el brazo en alto.
Brown se marchó dando un portazo y Rod se incorporó con dificultad hasta quedar sentado en la cama. Cogió la botella de Vodka pero al verla vacía la estrelló contra la pared. Permaneció así uno instantes, con la cabeza baja y el labio inferior inflado. El pelo, largo y completamente revuelto, caía en cascadas dispares sobre el rostro.
Treinta minutos después, aún borracho, corría hacia el aeropuerto para coger el primer avión a cualquierparte, lejos de Berlín, lejos del arte, lejos de sí mismo, lejos de Rod Taylor.
Continuará....
Avance de la segunda parte:
Por supuesto que Rod, a esas horas y en ese estado, no consigue pasajes para Santiago de Chile, pero sí consigue salir de Berlín, lo que para su enajenada situación ya era importante. ¿Adónde habrá ido a parar Rod?...
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