Dejarás de ser tú aunque no mueras,
aunque no vivas te tendré en mi frente.
Siempre joven serás en mi recuerdo.
Esto gané mi vida, con perderte.
Me pierdo en los acordes de tu música cuando no estás, y bailo en una oscuridad iluminada por el brillo que diste a mis ojos.
Me duermo en tus palabras, con mi espalda en cada frase tuya, con tus ojos en mis sueños, con mis manos en tu cuello.
Me olvido del pasado cuando sonríes, y recuerdo que mis latidos siguen ahora tu ritmo, que aprendí a tener esperanza cuando me diste las razones para vivir, que no son otras que quererte, esperarte, acariciarte, oírte, buscarte…
Me despierto cada mañana con un solo nombre en mis labios… El amanecer me sorprende cada día soñándote, persiguiendo en la vigilia el deseo que alimenta mis días.
Me defiendo de la distancia con un corazón fuerte que ha soportado demasiadas condenas para, ahora, descansar en tu cintura.
Me paro a sentir con toda mi alma cada instante que te echo de menos. Esa punzada que se agarra a mi estómago me trae un susurro lejano, el mismo que cada noche, a la misma hora, me recuerda que me quiere.
Me escapo del miedo entregándome a tus ojos, dejándome caer en esa mirada, arañando con mis garras el cristal que me recuerda cada grano de sal que habita el desierto de nuestro error geográfico.
Me dejo sentir la vida en cada poro de mi piel, me dejo llenar por cada te quiero que sale de tus labios, me dejo querer como nunca me quisieron, aprendiendo cada día que la distancia no es nada cuando se lucha con el alma por delante.
Me doy en cada verso, en cada palabra, en cada suspiro, en cada silencio… me doy a ti sin condiciones ni reservas.
Me quiero dormir en tus brazos, darte un sol para tus mañanas, luz para tu vida, calma para tu alma. Porque mis manos ya no están vacías, ahora se llenaron para darte todo aquello que en mi vida tuve, y que espera sin tiempo para olvidarte a que vengas a por este ser que te pertenece.
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