Un sonido ciego y mudo se sintió cercano, un estallido de cristales tocó la cercana zona a mi cuello y simplemente sentí como casi se me cortaba la respiración. Impactado, casi sin habla, intenté buscar los pedazos que crujían cuando caminaba por aquel pasillo de borde luminoso. No quise palpar mi perpendicularidad, el miedo era prácticamente sublime, mis manos frías sin inervación imposibilitaban hasta el ser más sensible en poder saber que es lo tocado. Desgraciadamente, tuve que seguir caminando a pesar del miedo y la sensación de muerte que dejaba detrás, ahí, a mi espalda, aquel sonido que aun seguía pegado y manchando el suelo y paredes del corredor.
Tratando de sentir sin manos, con mi visión casi ahogada en un líquido que escurría desde mi frente y talvez de un poco más arriba, tome el camino hacia la luz que a cada paso se hacía cada vez más encandilante pero a la vez más pequeña y solo se escapaba a mi cercanía y de mi soledad.
Como extranjero en mi propio país, el sentir era desconocido y soberbio, no había espacio para aparcar algún otro sentir, tal sucumbir ante la desesperación de llegar al final ahogaba hasta los vasos sanguíneos más pequeños y profundos de mi anatomía, terminando por colapsar la alguna vez llamada vida.
Se denota fácilmente el blando del suelo y mi posición de humano prehistórico denota que ya he sucumbido y sigo los pasos y el orden lógico natural de quien sus fuerzas ha perdido. El frío columnar que me recorre incapacita la sensación de sentirse humano, la visión ahogada incapacita seguir mirando, el escuchar se hace mudo y las palabras se tragan como el mejor de los bocados. Un grito sin ecos, un grito sin matices, sin acordes y la canción de una existencia termina como la obra escrita que jamás se ensayó.
Es frágil la agonía, se que la salvación es precaria y un atisbo por salir es imposible, simplemente porque la luz ya ha desaparecido, aburrida de tanto esperar ser atravesada y absorbida, desaparece detrás del sinfín del corredor.
He quedado en la mitad, entre recoger y unir mis pedazos o seguir buscando la luz y llenarme de una quimera de vida, o bien, simplemente esperar a vaciarme y quedar vacuo de esperanzas, de sonrisas, de llantos, de emociones, de sensaciones, de circunstancias, de vida. Sin embargo una opción es clara y evidente, ahora, jamás volveré a saber lo que es caminar, recorrer, pausar, detener, para intentar sentir y darme cuenta que la vida simplemente nos toma como marionetas que interpretan la obra del transcurrir , el suceder, el situar y la de emitir, gobernándonos por las circunstancias.
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