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Guerra de un hombre reprimido


El lugar era llano y daba la impresión de que nunca nada crecería allí, solo huesos y miembros humanos. La sangre manchaba la tierra y los cuerpos. Un sol escondido penetraba las nubes tiñendo el cielo de rojo. Los restos humanos, descuartizados, invadían el alma devorando todo aquello puro e inocente.
En aquella escena resplandecía una eterna pared sin principio ni fin, tan larga capas de delimitar toda aquella llanura con lo que la muralla ocultaba detrás, tan alta capas de impedir a un hombre escalarla con sus propias manos. Miles de soldados vestidos de armaduras plateadas con escudos y espadas en las manos defendían la muralla, frente a ellos, del horizonte florecían almas guerreras. La multitud que se acercaba no era como el enemigo, aquellos seres eran distintos, distintos al enemigo y únicos y perceptibles entre la masa, una gran masa de seres únicos, flaco, gordos, altos, bajos, rubios, morochos, morenos, colorados, exuberantes y grises, vestidos y desnudos todos ellos demoníacos e instintivos, caminaban con los ojos fijos y penetrantes en la muralla. Dejaron atrás el paso lento para abalanzadse sobre los guardianes. Los soldados y los demonios se mezclaron en una batalla feroz. Las espadas chocaban, las flechas volaban, hachazos, cuchillazos, la sangre brotaba por todas partes. Brazos y cabezas caían en la tierra. Los gritos aturdían las almas. La multitud caía mas rápidamente pero de momento a otro la masa se multiplico, los guardianes quedaban en desventaja, y empezaron a ceder. Muchos llegaban a la muralla, algunos intentando cruzar otros deseaban derribarla. Finalmente los guardianes terminaron de desplomarse, las cientos de almas diabólicas se encontraban frente a la infinita pared, luego de varios intentos el gran muro se desmorono dejando así el paso libre para la entrada de todos aquellos instintos demoníacos. Sebastián despertó bruscamente, aturdido y agitado. Entre una mezcla de pensamientos diviso claramente el sueño, entonces comprendió que algo había cambiado, ya no era el mismo, ya no existía la muralla que reprimía sus emociones mas naturales. Ya era un ser libre, un ser espontáneo.

Texto agregado el 11-05-2006, y leído por 109 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
11-05-2006 Fuertes imagenes!!***** Ciiara
 
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