Chicago, Abril 2006.
El borde del día andaba raspando su final. Mejor. Había sido uno de esos jueves extenuantes. El día ya me ardía en los tacones altos, hacía rato que me comenzaban a pesar ascendentemente, algo así como la sensación de las torres Trump, bajo mis pies.
Y es que hoy había tenido que ir vestida más formalmente que de costumbre: falda corta con ese saco negro hasta la cintura que le hace juego , blusa blanca de seda, unas gotas de ese perfume carísimo 'reserva especial', para ciertas ocasiones. El espejo me había sugerido por la mañana que mejor me recogiera el cabello sobre la nuca (pues me daba una ilusión ‘ejecutiva’) que hoy iba a necesitar durante las conferencias. Una elegancia sobria, profesional. El idioma del color, las texturas, la imágen impecable en el trabajo hablaban un idioma mudo pero visible y fuerte.
Dos horas más de:” levanta la cabeza-baja los hombros-sonríe”. Ya el maletín con la computadora portátil me iba pesando como una maleta con toda mi ropa de invierno dentro.
Dios! como estaba necesitando un café de esos cubanos que si no te levantan es porque ya te moriste y no te avisaron.
El edificio de modernas oficinas, se encontraba justo en el centro de la ciudad, rodeado de otros mucho más bajos que le llevaban décadas de ventaja, y que era la única ventaja de la que aún se podían jactar. Sus paredes desteñidas y oxidadas por el tiempo que los había ido olvidando, era imposible de ocultar. Edificios prehistóricos y sobrepoblados en contraste con éste.
Recordé un café a media cuadra de distancia en el que podría gastar cafeinícamente a gusto la hora que faltaba para que empiece la última conferencia del día.
No más entré y pude ver con gran fastidio que la única mesa libre se encontraba al lado de un numeroso grupo de jóvenes morenos vestidos de raperos, adornados con dientes, medallas y cadenas simulando oro. Hablaban y se reían con el volúmen más alto de sus voces. Pude percatarme que me miraron de reojo al entrar. Definitivamente sentía incomodidad, de sentarme junto a ellos.. Sólo quería un café, sin problemas.
Tenté suerte en la barra. Y descubrí un lugar al lado de una señora madura, muy elegante, un poco como fuera de lugar ahí. Me sentí a salvo.
-“Disculpe…puedo..?”-le pregunté educadamente si podía ocupar aquel asiento libre.
-“Encantada…hágame el favor”- me respondió con una sonrisa dulce que hacía juego con unos ojos azulísimos que llevaba puestos.
En menos de cinco minutos nos encontrábamos sumergidas en una amena conversación sobre la vida, la política internacional y el clima. En media hora más de pronto la señora rubia, de ojos azules y elegantísima me dispara a quemarropa:
- “...y qué me dices de la confabulación mundial de los grandes contra nosotras las pequeñas?..te has dado cuenta como es que mandan a que nos persigan las sombras?..”
-“Perdón, pero creo que no le estoy entendiendo…”
-“Claro!…porque apenas te ví supe enseguida que tu perteneces a la resistencia mundial clandestina como yo…”
-“Perdónnn???”- Recién me percaté que ese azul zafiro en su mirada de hace media hora cobraba más bien visos vidriosos inyectados de azul- transparente-piscina-recién-cloreada, haciéndo imposible cualquier duda sobre su estado mental.
-“…pero no te preocupes…ahora todo lo tengo bajo control, he venido escribiendo todo, tengo pruebas…” -decía mientras se disponía a sacar 'tales pruebas' de su bolso.
_”Bueno le deseo suerte en su empresa., ‘la fuerza está con Ud…’.pero yo ya me tengo que ir.”
-“Estaremos en contacto entonces, adiós!”
-“Un gusto…adiós! (hasta nunca más bien)”.
Me acerqué apresurada hasta la caja para pagar mi cuenta, sólo para encontrar que había olvidado mi billetera en el coche.. En ese momento uno de los raperos de aspecto peligroso se levantaba de su mesa para hacer lo mismo que yo. Viéndo mi situación, se ofreció gentilmente a pagar mi café.
“No te preocupes…no es nada…hoy por tí…mañana por mí”- me dijo con la sonrisa más cuerda que encontré en ese café.
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