Contar. Solo contar este momento frío de la espera y las últimas luces de la tarde. Contar solo un retazo de la realidad que me provoca dudas. Contar esa chica a la que dos lágrimas se le caen por las mejillas y sin embargo ríe. Ríe y se abraza a otra que solo ríe y tiene guantes morados.
¿Qué cuento? ¿La charla de esa pareja que fuma? O simplemente cuento que se miran con amor mientras te espero sin amor, pero con frío. Segura de que estás en otro lado, te espero.
Transitando una espera similar y sin memoria. Cuento que la chica ya no llora, se sentó más cerca de su amiga mientras la calle sigue llena de gente y dos nenas gritan su alegría un poco más lejos mientras te espero, quizás inútilmente.
Un señor que lee se sumó al grupo disperso. Hay olor a cigarrillos (te molestarías) y las chicas susurran un rosario de confesiones, el hombre lee y estos dos enamorados, se seducen mientras hablan de rendir mañana, ayer o quizás nunca. ¡qué bien disfraza al amor la filosofía!. Pasan los autos y un suave gris celeste cae sobre la tarde mía. Plagada de esperas y desencuentros. Gris, rojo, verde, gris, gris, blanco, moto, colectivo. Las chicas se fueron. Pasa alguien parecido a vos. Sale un hombre de la biblioteca. Gris, azul, blanco, colectivo, colectivo. La tarde apura a la gente que se aleja, que se acerca. La calle es el espejo, blanco, rojo, gris, gris.
Ya no vendrás mientras te espero. Otras voces ocupan tu atención. Sigo acá porque me gusta el frío. Me gusta el silencio que produce el ruido. Me gusta olvidar que no hay lugar más privado para mi que este recorte de cielo lleno, cargado de almas y energía.
Todo fluye, incluso vos que no estás mientras te espero. La gente camina en grupos, sola. La pareja se está acercando. Olvidé mis guantes. El sonido ajeno me devuelve a la calle que camina mientras te espero.
Tengo frío. Necesito el café de la tarde, el dulce que nunca alcanza y tu voz mientras te espero.