Muchos tratan de conseguir lo que Andy Warhol llamó los 15 minutos de fama...o fue Woody Allen?? Muchos quieren ser conocidos, admirados, adulados. visten de ropas nuevas, finas y costosas, para impresionar a los que se cruzan en el camino, y hacer que todos giren la cabeza hacia ellos.

Carros último modelo, cuerpos esbeltos, presencia inigualable, perfumes...son egos megalomanáticos del nuevo milenio, seriamente engrandecidos como una próstata inflamada que telegrafía su presencia molestando.

Viven con una necesidad imperiosa de llamar la atención, pero la realidad humana es la realidad existencial de todos, que somos una partícula atómica que marcó el calendario en una fecha, una hora y un segundo...y fuimos creados.

Contenedores de una combinación genética tan única y singular que siendo 99.99% iguales unos a otros, a la vez 100 % únicos, divinamente precisa nuestra combinación humana, y he ahí la gran paradoja existencial que pone de manifiesto la incomprendida existencia de Dios.

Es en este devenir humano, en donde se realiza la gloria del anonimato, de donde deseamos salir a como de lugar, escalando el Everest, llegando a la Luna, erradicando el SIDA, burlando a las autoridades con grandes contrabandos, cobrando altos honorarios, buscamos escapar de ese anonimato a toda prisa, haciendo lo que haya que hacer.

Pero yo quisiera ser invible, pasar por todos sitios sin que me vean; no ser nada de lo que los otros anhelan ser, que nadie note mi presencia; frágil como la brisa que apenas acaricia el rostro del niño dormido sin despertarlo; flexible como el agua que acoge en su ser la forma del envase sin alterar su esencia, fuerte a la vez, y perseverante cuando gota a gota penetra moles de granito; indiferente como las moscas que disfrutan con el mismo placer la jalea recien hecha o la pestilente producción intestinal de un animal.

No quiero para mi cuerpo la rudeza de la roca que haría eterna mi agonía, en lo que minúsculos microbios me consumen.

Pero quiero vivir en la consciencia que la naturaleza me puede, que no hay techos en cemento, ni piedras de granito que me blinden cuando ella se menea, culipandenando para tirarse una flato huracanado, o cuando quiera hacerse una pollina con un tsunami, o vomitar lava por alguna indigestión mundial.

Ella es mamá Naturaleza, yo soy solamente su hija, y ella me hace querer vivir la gloria del anonimato.

MEDITACIONES
Lourdes E. Moya Díaz, c2006