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Es lunes. Los pájaros cantan. El gallo grita. El reloj suena y anuncia la hora de levantarse. Son las nueve. Claudia, como de costumbre, como cada día, despierta de mal humor. De nuevo se le hizo tarde, a esta hora ya tendría que estar detrás del escritorio tomando los recados telefónicos y haciendo el café, que tanto le agrada, a su jefe, un hombre decrépito no mayor a los 40 años.

Claudia da un saltó voraz y se levanta de la cama. Toma la primer ropa que alcanza con su brazo izquierdo. Se talla los ojos, se quita las lagañas. Refunfuñando, con pasos acelerados, va hacia al baño. Primero se quita la pijama. Esta se rompe. Era demasiado vieja. Por el nuevo orificio, sale, como buscando un poco de aliento, su pezón izquierdo. Claudia grita... se encabrona consigo misma.

Con un movimiento brusco, Claudia intenta abrir la llave, de paso, del agua caliente de la regadera. Por azares del destino, la perilla se rompe y el vital líquido sale con tal fuerza, que no puede detener su paso. Empapada, de mal humor, se dirige al patio y apaga el boiler. El agua se ha ido. Prefiere fingir que no pasó nada, que todo ha sido un mal sueño. Se pellizca. Le duele e insulta a una mosca que pasa a su lado.

Ahora lava su dentadura. En verdad sólo se tratan de tres dientes y seis muelas picadas. Con la mano derecha, la misma que ocupa noche a noche para acariciarse y sentirse amada, toma la pasta dental, comienza por manosearla, no sé que pasa por su mente. De repente, el relleno sale disparado y encuentra refugio en las toallas preferidas de su madre. No le queda de otra, toma un par de pastillas Halls de menta y se dice a sí misma que no tiene tiempo de lavarse los dientes.

Mientras baja al comedor, su madre la recibe como se merece: Eres una pinche floja. Despiertas cuando quieres y por si fuera poco, no me ayudas en nada. Otra cosa hubieras aprendido de tu padre.

Para no seguir escuchando los halagos de su progenitora, Claudia toma el café de un trago, se quema la boca, se enfada, sale, azota la puerta y esta cae repentinamente al suelo. ¡Me la vas a pagar, hija de la guayaba!, le dice en tono sublime su cariñosa madre

En la calle, todo el mundo dirige su mirada hacia Claudia, y no precisamente porque se caiga de buena, sino, porque viste un vestido entallado color naranja fluorescente. Pero debido a su figura, ella parece un reluciente globo de cantolla, de esos que no pueden despegar por el peso de la canasta. Sin embargo, Claudia cree que atrajo la mirada de los lobos y se cotonea, en un sublime vaivén, por toda la colonia.

Después de mucho andar, Claudia llega a la esquina. Sube al microbús con destino a Taxqueña. ¡Oiga seño!, ¡No manche! Que no ve que está llena. ¡Súbale por atrás! Le pasa uno al metro por favor. A ver la gorda que subió por atrás, no se haga y páseme el pasaje. Como todos los días del año, Claudia paga doble pasaje, ya que los primeros dos pesos con cincuenta centavos, se los transó un distinguido pasajero. Pese a ello, Claudia toma un respiro y decide que hoy nada la haga cambiar de opinión.

En la radio, se escucha: Y así suena, la que Buena. Comadrita, dice el locutor, ya son las 10:30 de la mañana, aquí en la capirucha. Y para ya no molestar más escuche está dulce melodía, en especial para el famoso Pitirijas de la Ruta 1: “Carmen, se me perdió la cadenita...”

Una hora más tarde. Claudia llega al metro. Baja y busca por todos los pequeños rincones de su cuerpo, su monedero con la carita de Mickey Mouse, pero seguramente los cariños que sintió hace un instante no fueron de buena voluntad. Aquél tipo se llevó su monedero con todo: diez pesos, un chicle Motita de uva y cinco boletos del metro.

Por fortuna, Claudia siempre guarda dos pesos en la copa izquierda de su pecho. Sin previo aviso, Claudia saca la moneda, ya oxidada del sudor, y la aprieta con todas sus fuerzas para que no escape.

Con pasos precipitados, llega a la taquilla. Hay un colón de los mil demonios, nadie le quiere sacar un boleto y tiene que irse al final de la fila. Olvidó que hoy venden el codiciado “bono de transporte”.

Ya son las 12:00. Claudia por fin compra un boleto. Camina hacia los torniquetes. Pasa el boleto y queda atorada, un niño le ayuda, la empuja con fuerza y decisión, sin querer le embarra el traje con su helado Danesa 33, de esos de casquito de fútbol americano. El niño llora por su nieve de chocolate. Claudia huye y se dirige al andén con rumbo a Cuatro Caminos. Se detiene junto a una propaganda de Eduardo Palomo, el actor de moda, quien modela ropa interior para hombre. Pinche Palomo... si estás rebuenote.... si me conocieras.... por ésta que te sacaba el chamuco mi Juan el Diablo. Lástima que nunca vas a disfrutar de este hermoso cuerpo, dice Claudia en voz alta, con cierto tono de lujuria y sensualidad.

Mientras tanto, se escucha el peculiar sonido del gusano anaranjado: “Tururú, tururú”. Claudia cierra los ojos. Le da un beso apasionado al poster. Se despide de su amado y se lanza a las vías.

El convoy pasa por encima de ella. La destroza. La hace añicos. El metro se descarrila. Sus paredes y algunos usuarios se tiñen de rojo.

Por momentos, todo es confusión. Pobrecita ¿Por qué lo haría?, dice un vendedor de discos compactos. Tal vez resbaló sin querer, comenta muy seguro el jefe de seguridad de la estación. No mi jefe, yo vi que la aventaron, se juro por ésta, responde un policía auxiliar. No, creo que la querían robar y por escapar se cayó, afirmó un sordomudo que reparte dulces y estampitas de la Guadalupana en los vagones del metro. Pobre chamaca, si era tan joven y bella, afirmo un joven estudiante que llevaba un libro de química en las manos. ¡Oiga compadre!, se escuchó una voz, ¿Habrá muerto virgen? Nel, no creo compa, si estaba embarazada.

De repente, como inspirada por el viento, una señora saca de su bolso un rosario y una veladora. Se hinca y comienza a hacer oración por la difuntita. Poco a poco, las mujeres se acercan y hacen una novenaria.

Los rezos se convierten en murmullos y los murmullos en comentarios. Pobre chava.... pero ¡Hija de la chingada! ¿Por qué no se aventó en Candelaria?, ahí ni gente hay, dice un hombre de traje y portafolio. Sí, pinche vieja inconsiderada, ¡Cómo si todos tuvieramos el pinche tiempo de esta cabrona!, afirma clérigo. ¡Me carga la que me trajo!, y yo que tengo examen, ahora el maestro no me la va a creer, dice una chica de huaraches y playera del “Ché”.

Lentamente, los ánimos suben de tono. El ambiente se torna áspero y gris. Los usuarios se hartan. Se juntan e inician una marcha hacia los Pinos, con el firme propósito de prohibir los suicidios en el metro. La ciudad se vuelve caótica. Tráfico. Desesperación. Ambulantaje.


El sol aparece de nuevo. El gobernador de la ciudad más grande del mundo. Da su conferencia matutina. Son las seis de la mañana. Se ve cansado. Comenta que todo fue a causa del “innombrable” y de un complot en su contra. Así que lee el siguiente decreto:
A TODOS EN GENERAL
Se les informa que debido a los desmanes ocurridos en la ciudad, el pasado día de ayer, del presente mes y del año en curso, el Gobierno encabezado por el Ciudadano Regente de la Ciudad. En acuerdo mutuo con el Señor Presidente de la República y su benévola esposa. Se pone en manifiesto que a partir de “Hoy, hoy, hoy”, queda estrictamente prohibido suicidarse en las instalaciones del metro, durante las horas pico, así como en los días que se hayan destinado para la venta del “bono de transporte” quincenal.

Asimismo, se indica que en las taquillas del Transporte Eléctrico, conocido por el pueblo como “metro”, ya se encuentran a la venta, los boletos exclusivos para suicidas. Cada boleto tiene un costo de cinco pesos y tiene una vigencia de 72 horas.

De no cumplirse con lo anterior, el suicida será consignado ante las autoridades correspondientes, además de cubrir una multa equivalente a 29 salarios mínimos.
Sin más por el momento, Que en paz descansen.

Texto agregado el 09-05-2006, y leído por 261 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-05-2006 muy bueno. Pobre del suicida que se le ocurra suicidarse en los dias prohibidos***** eslavida
09-05-2006 de poca su madre!!!! como no extrañar a la cuidad madre de los defequenses... definitivamente bueno... sensei_koala
 
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