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Inicio / Cuenteros Locales / rockodethk / TU ÁNGEL DE LA GUARDA

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El holocausto de mi amor comenzó la noche en que te marchaste. La oscuridad se convirtió en mi aliada, en mi fiel compañera. Quise morir, así que busqué tu compañía a través de un vaso de alcohol y algunas pastillas para dormir. Sin embargo, lo único que conseguí fue recordar aquellos besos que me llevaban al cielo; y esa ocasión me hundieron en el abismo del infierno.

Mi corazón quedó en ruinas. El fuego de mi piel no se apagó ni con el aroma de las lágrimas ni con las ilusiones muertas.

Vi como el sol huía tras mi espalda, para no ver mi dolor. Corrí por las calles descalzo, sin aliento. Ya no quería pensar más en esta soledad. Grite al viento. Herí al alba. Até mis sentimientos.

De pronto, un nudo en la garganta me rompió la voz. De nada sirvió que buscará un par de luces para no llorar. Mi paciencia, mi voluntad y mi dignidad se fueron al rincón de aquella historia, que construimos sin pensar en el final.

Los sueños que conquistamos se esfumaron. Al igual que ésta sobredosis terminó con mi último suspiro, con el primer aliento desgarrador de la madrugada.

Subí al cielo. Hablé con Dios durante nueve días. Le di mil razones para regresar a la Tierra. Le dije que los recuerdos aún volaban por todo el universo. Que nunca fui un ser especial. Que nunca conocí el amor... sólo a la soledad. Que a tu lado probé que la luna era de queso. Que podría pagar mi vida en el infierno, por contemplarte nuevamente por un solo instante.

Así, Dios tocó mi frente. Tomó las alas que abandonaste, aquél día en que decidiste caer del cielo. Me las puso. Me enseñó a volar. Sonrió y me dijo que con ellas aprendería a no aterrizar. Agarró mi mano y me permitió regresar.

Una luz blanca cegó mis ojos por un momento. Al abrirlos, descubrí que dormía a tu lado. Pude abrazarte.

Mientras llevabas flores al lugar donde reposa mi cuerpo, escuchaste mi voz, mientras la lápida escupió “polvo en el viento”. Pude consolarte mientras llorabas. Pude alcanzarte mientras corrías y el viento te daba en la cara. Dejé, de nuevo, mis abrazos abiertos, de par en par, para ti.

Sentí tus labios tocar los míos y el mundo comenzó a girar en mi cabeza. Tu sangre quemó mis emociones. Pude sentir, de nuevo, palpitar mi corazón. Me atreví a deshojar margaritas en tu interior. Volví a suspirar, pero la luz regresó, cerró mis párpados y paralizó mi cuerpo.

Tus alas me llevaron a su lado. Sólo tuve tiempo para decirte que si no me olvidas, estaré siempre ahí. No pude decirte adiós porque no quiero olvidarme de estos momentos de gloria, en los que Dios me permitió, ser tu ángel de la guarda, aunque fuese por un solo día.

Texto agregado el 09-05-2006, y leído por 119 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-06-2006 Me dejaste sin palabras...hermoso.. un susurro* susurros
 
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