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“Nací en el centro de la pradera más grande de este inmenso país. Desde mi más tierna edad fuí descubierto como prospecto para competir con mis congéneres. Por esa razón se me trasladó a un lugar especial, donde recibía, aparte de una alimentación programada, un riguroso entrenamiento. Muy pronto, ya que el promedio de nuestras vidas no es tan largo, llegué al sitio donde se me usaría para lo que determinaron sería mi destino.

Por ser oriundo de un vasto territorio y por mi condición de haber nacido para ser parte integral de la naturaleza, me pareció una tortura la limitación a que fuí sometido. Mi vida discurría en una celda que apenas era el doble de mi cuerpo y sentía que se me estaban reprimiendo placeres que biológicamente, me pertenecían. Comía lo que químicamente imitaba lo que mi sistema exigía, pero sin permitirme la satisfacción de poder escoger.

El cuidado que se ponía a mi salud, estaba orientado hacia el fin que se perseguía conmigo, que lejos de saborear los regalos del universo para mi raza, provocaron una reorientación de las funciones de mi organismo. Olvidé casi por completo el sabor del agua, esa que brota del centro de la tierra y que sería fundamental en mi torrente sanguíneo. Perdí el deleite que genera el oler y ver la frescura de mis alimentos. Ese preámbulo que acondiciona a nuestro aparato digestivo y que luego se traduce en perfecto metabolismo.

Mi caso fue de reciente desenlace, para no cansarlos con mis memorias: Yo iba haciendo todo lo que me comunicaba el que se erguía sobre mi lomo, para arrancar gritos y pujos en un grupo de apostadores. De repente, al iniciar el proceso de transición que es menester ante un cambio brusco en la dirección de la pista, un compañero, que de seguro obedecía al fustigamiento egoísta de su jinete, interpuso su pata delantera derecha con mi izquierda. Lo que siguió es historia.

El prestigioso señor de frágil estructura corpórea que me montaba, ahora se recupera en el hospital, ya que pasé por encima suyo en la primera de una serie de volteretas que culminaron con la fractura de una de mis tibias. Su estado es estable, de lo cual me alegro, pero Yo perdí el valor y recibí tres disparos. El primero en la nuca, el segundo en la frente y como no tenía derecho al pataleo, una bala traspazó mi corazón.

Creyeron que un animal cojo no disfrutaría de la vida. Que no me hubiera emocionado despertar al alba bañado de rocío y ver levantarse el sol, al tiempo que mis dientes arrancarían un pasto que siempre estuvo disponible para mí. Que podría calmar mi sed en un cristalino arroyuelo y por las noches cortejar mis yeguas, con la seguridad de que mi manera desigual de caminar no sería transmitida genéticamente.

Finalmente, creo que por el simple hecho de que un solípedo hípico haya perdido accidentalmente sus cualidades, no es óbice para que se dijera que ya no era un equínodo dotado de condiciones estéticas. Un caballo podría renquear sin que ello redujera un ápice de belleza a su figura ni que diminuyese una molécula de armonía a su faz.

Perdonen lo vanidoso que pude haber sido”.

Texto agregado el 09-05-2006, y leído por 375 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-07-2006 Buen y original texto. El mundo esta lleno de injusticias. Me ha gustado leerlo ***** Un saludo de SOL-O-LUNA
19-05-2006 Amigo:¡que logrado!Quienes amamos a los animales entendemos a Blacky. Han hecho de ese tiro en la cabeza un acto sublime de piedad-sobre todo en el cine- los mismos que masacraron a os indígenas americanos, los mismos que prescriben la inyección letal...Es bueno enfocar la vida desde ese punto de vista. Yo siempre digo: mírale primero a los ojos. Un abrazo tensing
17-05-2006 Muy tierno y humano tu texto, demuestra lo crueles que podemos ser con los animales. felicidades y gracias por crear conciencia con tu relato.***** lamore
15-05-2006 Es verdad amigo que no existe en la faz de la Tierra un ser más capacitado para hacer daño que el Hombre. Gran sensibilidad la de tu relato que es también la tuya. Un abrazo. leante
14-05-2006 Una cruda realidad. Gracias por ponerle voz a la injusticia y aleccionar con tu escrito. Te felicito por ello. Enhorabuena.***** Claraluz
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