Me considero un muchacho apuesto y de buena conversación. Por dar un ejemplo, creo que puedo hablar durante cuarenta minutos sin caer en el: ¿de que signo sos?
Y sin embargo, acá me ven: solo como un perro. El problema no puede ser mío -es fácil echarnos las culpas por las cosas que nos pasan pero aun más fácil es echársela a los demás- porque no soy el único. A cada rato se ven personas solas y la causa solo puede ser el alto nivel de exigencia de las mujeres.
No estoy hablando ya, de conservar un mínimo aseo, esa exigencia que esta sociedad enferma de la limpieza decreto de mínima. Sin ir más lejos, hoy estoy bañado y no tengo quien me acompañe al cine.
Quien escribe, nunca va a recomendar dejar de soñar: reemplazar el amor por resignación es un sacrificio que pocas están dispuestas a hacer, y a esas pocas ya se las agarraron otros. Así que señora gorda, si usted esta esperando ese príncipe azul que la lleve en andas a recorrer el mundo – y convengamos que llevarla en andas, es ya difícil – pues sígalo esperando. Mucha suerte.
Lo que recomiendo es la lisa y llana mentira, mientras él llega. Empecémonos a mentir entre todos, nosotros fingimos que nos parece interesante aquella clase que tienen en la facultad, o ese cantante pop ingles y ustedes -mujeres del mundo- fingen que es la primera vez que les pasa algo como esto, y que nunca antes le habían dicho el piropo de “me gustaría ser león de circo”. Después de todo, tal vez no seamos especiales para merecer un amor especial; tengamos amor constante aunque sea falso.
Y si usted es una de esas personas felices, que viven un amor sincero, entonces retírese. Aca estamos llorando personas serias.