A esta hora
en que la vida
me privó de ti,
ahogado en la nada,
te busco.

Te busco
como náufrago
la luz del faro,
como busca la llama
el aire desesperada
para no morir.

Te busco
en la imagen
que clavaste un
día en mi pantalla
y tu mirada silente
me hace sentir tu ausencia,
como si al alba
una mano cruel
el sol le arrebatara.

Te busco
en la ventana proscrita,
y en el diálogo fugaz,
huidizo,
no encuentro
los cálidos besos
que un día nos dimos,
y la dulzura del “te amo”
se hace insulsa
en tres tímidas grafías
que asoman recelosas,
perseguidas,
como si nuestro amor
atentara contra el mundo.

Te busco
en mis sueños
y aún allí
te has hecho escasa;
y es que
me hace falta
la ilusión de tus fantasías,
el delirio de tus promesas
de amor eterno,
la ternura con que
tu alma refresca la mía.
Te busco
entre la gente
y mis ojos
se quedan ávidos de ti,
mi corazón te distinguiría
en la muchedumbre
como al Orión
el astrónomo en la noche.


Te busco,
y te seguiré buscando,
aunque los días
se aumenten gravosos
sobre mis espaldas
y las hojas del calendario
rayen mi rostro,
y la desesperanza
insista en disuadirme
de mi locura,
y la muerte
amenace
de mis sueños
ser el
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