... No debo llorar, no quiero llorar, pero lloro, lloro mucho, lloro por ti; lloro por el rigor indolente de tus palabras, por matar mis esperanzas, por destruirme el alma, por comprobar que no me quieres, por Dios, por qué lo hiciste, por qué me condenas a ésto, por qué me haces sufrir, por qué dejas que me envenene con las lágrimas, por qué me dejas abandonado en este mundo angustiante de soledad oprimente, por qué, dime por qué, por favor, qué hice mal, en que fallé, cuál fue el error invalidante; amarte, fue eso, pues si, te amo, te amo más que a mi piel, más que a mi vida, te amo a pesar de todo, a pesar de que digas que sólo sirvo para pasar un rato, a pesar de que digas que sólo te busco para aprovecharme de ti, a pesar de que digas que no significo nada; que no confíe en ti, que no me haga ilusiones, que nuestra amistad se va al carajo; dime es justa tanta impiedad, es justo que digas que te da igual si te busco o no; acabaste con todo, con todo, con todo, con todo, por Dios, con todo; Ahora sólo me quedan las ganas de llorar, y lloro sin pudor, me importa mierda lo que diga la gente, ellos jamás comprenderán el dolor al que me condenaste, ellos no entienden cuánto duele, y ya no quiero ir a casa, se darán cuenta que la vida se acabó para mi, que ya nada me importa, que me autodestruyo, que el mundo se volvió triste para siempre ...