Son la siete con treinta y sigo contando penas en una taza de café, quemándome a proposito la piel para ver si asi siente algo de calor en sus bordes, en veinticinco minutos me coso el silencio a la boca con hilo de recuerdos para que no se rompa facil. Solía querer que me quisieras, ahora sólo pido no quererte más.
Pasaron ya cinco minutos y ha volado el último pájaro de los que estaban frente de la ventana, parece que quieren hacerme ver que ellos tienen alas y pueden viajar a donde se les antoje mientras yo sigo encadenada, encerrada en cuatro paredes, abrazando la cama porque no me atrevo a mirar el techo, no sea que vea una de tus palabras flotando en el silencio.
El tiempo camina tan rápido que al reloj le pesan los giros que da sobre mi almohada , son ya 605 segundos destilados los que se han burlado de mi desde que comencé a extrañarte y sigo sin encontrarle la gracia a la broma que el cielo inventa cuando se estrella mi amor en la banqueta
No hay nada peor que la angustia de la espera, es preferible inyectarse alguna mentira hasta estar tan drogada como para dar vueltas por la via lactea y no regresar hasta que sea de noche y el invierno se haya largado por el resumidero.
Quince para las ocho y ya huele a misa de catedral, le prenderé una vela al primer santo que vea en el almanaque y otra al diablo a ver cual contesta más pronto, cómo me gustaría flotar bajo el puente para sentir el agua de cerca y sin mojarme, descansar tumbada en el pavimento sin que la ciudad se entere de mi affair con los pensamientos suicidas, hacerme una escalera al cielo de lágrimas congeladas para que brille con las estrellas.
He dejado prendido el incienso y toda la casa huele a rosas, he dejado mi corazón humeante y se ha derretido por todo mi cuerpo el deseo de besarte. En siete minutos te esfumas de mis poros y mi cerebro, no esperaré más a que te exorcise la madrugada si el aire que se cuela por la ventana puede hacerlo, muerdo a la luna mientras espero y sabe a culpa, el cuaderno en el que escribo no me mira, se siente invulnerable ante tanta rabia y tanto amor vacío, me escupe una de tus fotos para hacerme cambiar de opinion, pero sin éxito vuelve a cerrar los ojos y se deja violar por el punto y aparte de cada párrafo.
Me quedan tres vueltas de la manecilla intermedia para estar enamorada de ti y no hago más humedecerme la cara con los rios salados que la atraviesan... un respiro hondo y te expulsaré por siempre de mi repertorio de angustias, de mi abanico de cosas por las que vale la pena morir. La verdad se ha trepado por las repisas y me exige una explicación que ya no hay tiempo para dar...
Hace dos minutos que son las ocho, hace siete que ya no te quiero...
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