7:00 Primera inspección laboral. Un hombre con casco blanco viene acompañado de un hombre de casco azul. La determinación con la que habla el hombre con casco blanco me induce a pensar que tiene más importancia que el hombre con casco azul. También en el trabajo.

7:23 Primera retirada de los inspectores laborales. El hombre del casco azul nos guiña el ojo mientras se marcha con el hombre del casco blanco. El desconcierto nos embarga.

8:12 Nuestro jefe, un hombre con gafas y cierta bufanda-echarpe de color rojo Burdeos, comienza a añorar la casa que tiene en la sierra de Madrid. Se detiene, se enciende un cigarro y clama al cielo ante su adicción. El desconcierto ya provoca estragos.

8:56 Un hombre, aún más bajito que nuestro jefe, vestido con un harapiento mono de trabajo con sospechosísimo color azul, se sienta junto a unas tablas. Deducimos que es el carpintero. El desconcierto amaina.

8:57 Nuestro jefe, sin previo aviso, nos conmina a observar al que pensamos que es el carpintero. Le preguntamos que por qué y nos responde, con algo que vemos ya tenía estudiado decir en voz alta. Y si le oye el carpintero, mejor. No nos quiere ver a ninguno parado.

8:58 El carpintero, se pone de pie y murmura algo (sí, este hombre sólo murmura y gana más que un ingeniero; lo hemos deducido de la charla obtusa de nuestro jefe, que era el de la bufanda-echarpe de color rojo Burdeos) relacionado con una inspección laboral. Creemos que se ha vuelto loco, pero acabamos haciéndole caso y seguimos trabajando.

9:00 Segunda inspección laboral. El hombre con casco blanco viene acompañado del hombre con casco azul pero, para nuestra desgracia, se han intercambiado los cascos y ya no sabemos de quién tener miedo. El hombre ahora con casco azul habla menos y el hombre ahora con casco blanco, entre guiños, comienza a murmurar algo con el carpintero. La desolación empieza a asentarse en esta obra.

9:01 Uno de los trabajadores se quita el casco verde pistacho para secarse el sudor de la frente. El hombre de los guiños lo ve y le murmura algo. El trabajador del casco verde pistacho se lo encasqueta y sigue trabajando, mientras silba.

9:02 Nuestro jefe, se enciende otro cigarro. Sus lamentos ya producen la empatía requerida para que desempeñemos el trabajo con más ahínco.

9:03 Cuando pasa junto a nuestro jefe el carpintero con mono de color sospechosamente azul, el de bufanda-echarpe increpa retóricamente el que la ropa ya no se haga con las tallas adecuadas. El carpintero no se da por aludido y sigue murmurando por los pasillos, ganando dinero.

9:25 Uno de los trabajadores de casco verde pistacho pregunta la hora. Queda menos para el bocadillo.

9:26 Por decisión unánime, nos escabullimos todos con la comida de cada uno en la tartera de cada cual, y nos vamos a comer a la terraza del hotel en el que trabajamos reformándolo.

9:28 Nos sentamos en el borde de la piscina de la terraza del hotel. Desde lejos, todos parecemos un enorme pistacho. Nos quitamos el casco. Abrimos las tarteras, cogemos los bocadillos, todos de tortilla española y empezamos a comer.

9:53 Se empiezan a encender cigarrillos. Alguno toma postre, se trae el carajillo de casa.

10:01 El hombre de casco azul junto al hombre de casco blanco, sin habérselo vuelto a intercambiar, empiezan a caminar por la terraza del hotel, indefectiblemente en dirección nuestra. Nos han visto.

10:02 El hombre del casco azul empieza nervioso a guiñarnos el ojo a todos, cabizbajos y atentos a los gritos del hombre del casco blanco. Todos tiramos el cigarrillo al fondo de la piscina que, como el hotel aún no está inaugurado, está vacía. Ahora el murmullo se hace eco de los gritos. Uno pregunta la hora. Otro le responde.

10:05 Empezamos a preguntarnos, ya en la calle, si el casco de color verde pistacho nos lo quedamos nosotros o si, por el contrario, lo tenemos que devolver, ahora que nos han despedido.

10:06 Nuestro ex-jefe empieza a quejarse y a ofrecer cigarrillos. Ninguno declina la ofrenda. Vemos que se quita la bufanda-echarpe de color rojo Burdeos. Ninguno averigua el porqué.

10:07 Nuestro ex-jefe nos invita a ir algún día a su casa en la sierra. En Madrid. Sabiendo que jamás ninguno irá, le contestamos todos que encantados aceptamos la invitación, que nos espere allá. Y que se puede quedar con los cascos de color verde pistacho, que no nos molesta.

10:08 Nuestro bolsillo empieza a resentirse cuando, ya despedidos de jefe y obra, nos adentramos en el bar de enfrente a aturdirnos y reírnos de todo.

10:09 El hombre de casco azul está sentado en una mesa junto al hombre de casco blanco, con los cascos sobre una silla que está vacía anexa a la mesa. Se toman cervezas sin. No sabemos cómo reaccionar. Uno pregunta la hora y otro le responde.

10:10 Tras ponernos de acuerdo, y a la de tres, corremos hacia el hombre sin casco azul y el hombre sin casco blanco. Se giran sorprendidos y comienzan, uno a murmurar y guiñarnos el ojo compulsivamente y, el otro, a gritarnos cosas que no nos interesa entender.

10:11 Aún seguimos corriendo, esta vez en la calle. Nos detenemos y empezamos a reírnos. Uno pregunta la hora. Otro le responde, con un casco blanco en la cabeza, entre murmuraciones y guiños, y otro imita que está gritándonos que qué hacemos sin trabajar y sin los cascos de color verde pistacho en la cabeza. Nos reímos.

10:12 Tiramos los cascos de marras a un contenedor de envases ligeros y nos decimos hasta luego. Alguno grita suerte desde lejos, entrando en su coche.

11:00 Miro la hora, ya en casa. Son sólo las once, así que me ducho y mientras desayuno miro en el periódico que compré de camino a casa las ofertas de trabajo, las señalo, busco la información de la bolsa, a ver si soy más rico. No, así que me acuesto, que he vuelto cansado del trabajo.

18:15 Suena el despertador.