Miguel, ansioso, esperaba con puntualidad a su cita. La película era una excusa cualquiera, sólo quería estar con ella, le encantaba y, quién sabe, tal vez la cosa se consolidase un poco.
Mientras divagaba un poco más, Carmen apareció en el rellano previo al ambigú, buscándolo con la mirada. Lo encontró y, lejos de acercarse a él y saludarlo, decidió observarlo un instante; en realidad tenía algo de miedo, Miguel era muy guapo, pero Carmen también lo era y, aunque no fuese ella muy arrogante en ese aspecto, se refugiaba en su belleza ante presuntuosos pseudogalanes de su edad. Necesitaba encontrar a alguien de verdad, no sólo una bonita estructura y lento disertar; necesitaba poder hablar de cualquier cosa y sentir que la persona que le atendía tenía la facultad de dilucidar por sí misma. Se quedó pensativa. Siguió observando.
Miguel volvió a mirar la hora y luego en derredor. Vio a Carmen y, sonriendo aliviado, fue hacia ella con su mejor sonrisa. Espero que todo salga bien, pensó para sí Miguel.
- Hola, Carmen, ¿qué tal estás? –dijo, mientras se daban dos diplomáticos besos-
- Bien, bien, ¿al final, qué película veremos? –respondió Carmen-.
- A mí me gustaría ver la de El Pianista, de Polanski, pero también estará bien la de Mystic River, ¿no? Es la última del Clint Eastwood y seguro que mola. ¿Con cuál te quedas? Vengaaaa, elige tú… -dijo Miguel, intentando quitarse algo de presión. Se notaba aún muy tenso por la cita, ¡Carmen era tan guapa!-.
- Umm, -mientras simulaba que pensaba, Carmen se le quedó mirando fijamente, intentando adivinar cómo era Miguel por dentro. Dejaría a él que eligiera; ella quería ver El Pianista, así que…- Creo que la que estaría bien es El Pianista, ¿vemos esa?.
- ¡Bien! –exclamó Miguel levantando los brazos- Uy, perdona, pero a mí el cine me encanta y quería ver ésta; Ole, eres la mejor. ¿Con palomitas? –esperó ansioso la respuesta. A Miguel no le gustaba comer en el cine…-.
- ¿Tú quieres? Es que, si no te importa, paso de comer viendo una película buena, le pierdo atención y… -Miguel le interrumpió, visiblemente emocionado-.
- Dicho y hecho, aunque que no sea por falta de dinero, ¿eh? Yo te invitaba al cine y al consiguiente gasto que se genere en él, está claro.
Se miraron un momento, con una media sonrisa escrita en el rostro. Creo que ambos empezaban a pensar lo mismo.
- Bueno, sólo falta que uno de los dos lo diga –habló Carmen-.
- Carmen, -Miguel sabía ya lo que decir- ¿y si pasamos de ir al cine y nos vamos a tomar algo por ahí?
- Me parece que, además, eres listo. Claro que sí. ¿Nos vamos? –dijo Carmen, cogiéndole la mano-.
- Por supuesto. Una última cosa.
- ¿Sí? –preguntó Carmen-
- Eliges tú el sitio.
- Por supuesto.
Miguel se inclinó sobre ella y le dio un suave beso en los labios.
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