NOCHE DE LUNA
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La imagen de las dos islas las iba recreando en su mente; las dos islas que parecían estrecharse en un abrazo. Desde la caleta apenas podía distinguirlos, no era necesario verlos para describir sus formas; lo conocía mejor que a sus sentimientos.
Las casas de madera que fueron construidos cerca de la orilla de la playa no pasaban de ser pequeños rectángulos que complementaba aquel paisaje de aguas a aparentemente quietas que despiertan cuando uno menos lo espera, levantándose como grandes mantos
Acompañados de conversaciones lejanas, que se van apagando, conforme las horas.
No se trataba de la persona con vida de horas antes, siempre alejado de los demás, parecía el trabajo perfecto de un escultor que pudo plasmar: lo insustancial, lo indiferente, lo hueco de unas monedas mal habidas. Seria difícil realizar una escena como esa, que por momentos quedaba quieta. He querido acercarme, llegar hasta aquel espacio, poder ser parte y compartir su secreto, un secreto del cual no estaba seguro si lo que a el tanto, hasta cierto punto lo obsesionaba, yo podía entenderlo.
Todo huye de su presencia pasiva, medita en esa razón, en el por que y solo el ruido de alguna embarcaron que suele pasar cerca de la caleta le hace despertar de ese letargo, de ese letargo provocado por la ausencia de lo perdido.
Solo se sabia que cada noche llegaba hasta ese lugar para sentarse al pie de aquel árbol; le complacía observar aquella sombra por que semejaba la de un hombre en actitud de haber sido arrancado su sensibilidad, ver aquello a cualquiera provocaba ese escalofrió sereno y perturbante del vació, ese espacio que parece cercenar con su silencio cada parte del cuerpo.
Sin embargo la figura no se detenía, iba cambiando conforme la luna llegaba a su parte más alta; hasta parecer el suave vuelo de un ave. Lo había descubierto hace unos meses y siempre llegaba hasta allí, a esperar que de apoco tome forma y recorra esa parte de terreno; pero esa noche no apareció ni siquiera aquella silueta tan aterradora, con esa expresión de agonía, clamando un poco de paz.
Tiene la mirada fija sobre aquel grupo de hojas que se resisten a ser arrastradas por caminos en el que habrían de perderse cargando su sequedad. La escena va enfriando su aliento por que le hace recordar su fragilidad de mortal y provoca en el esa desesperación de saber que los días son cada vez menos, esa angustia de no saber si despertara mañana.
Ha pasado y pronto el amanecer se encargara de hacerla desaparecer. La luna no se detendrá, ira en busca de otra noche, una nueva noche, donde pueda dar un poco de luz. Pero ese espacio permanece de aquel frescor que compartió con sus nostalgias y que no volverá a ocuparlo por que tal vez mañana será otro quien lo ocupe.
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