Abracadabra! Me encontraba con cara de mamografía bilateral con prolongación axilar, sentada en la sala de espera de la guardia del sanatorio Guemes. Gran institución dedicada a la salud, y al cobro infructoso de la sobras sociales.
-Que pase la siguiente-
Ya que era por orden de llegada, las advenedizas nos miramos ,como quien recien se conocen entre sí, y no sabiendo quien habría sido la última en llegar y a quien le tocaría el bendito turno, nos abalanzamos todas a la ventanilla correspondiente.
-Sí, Sra Paredes, pase- dijo la secretaria con rimmel hasta por debajo de la axila.
La Sra Paredes tomo sus mamas en acción y se dirigió al fatal y óptimo examen que determinaría su condición de :nada por aqui nada por allá, normal, y sino una ecografía confirmaría lo que no encontramos aquí.
Como dijo una vez mi hija, no hay gente sana ni gente enferma, hay gente menos estudiada que otra.
La Sra. Paredes salió airosa como entró, un poco aligeradas las ropas, y el escote más prominente.
Luego siguíó la Sra. Monroe, menudita, ella con sostén de adolescente, que miraba pudorosamente para todos lados. Luego de otros quince minutos, salió con garbo y pies firmes:la Sra Méndez, enfiló directamente a la puerta de vidrio sin verla, por consiguiente se la tragó literalmente. Sus anteojos pendían de un coqueto baluarte, pero no conseguían disminuir su miopia exacerbada. Trastabilló un poco y disimuladamente entró por la puerta correcta.
También salió sin preguntar, para cuando estarían los resultados, así que volvío a entrar por la puerta equivocada, y se escuchó un tímido pero eufórico insulto procaz.
A esta altura yo ya estaba francamente malhumorada. Primero que te digan Sra. o Srta. o el grado de afiliación a tu novio, partenerie o amante según la cara y a quien pertenezcas, me abruma y en realidad a quién le interesa ese dato.
Mis suspiros eran de monja, y mis aspiraciones y expiraciones, como me enseñaron en yoga, no afloraban por ningún lado( Inspirar lentamente, retener...retener...retener... y ahora expirar) Con mis veinticuatro años, consideré yo, que no necesitaban de dicha ecografía.
Justo cuando escuche mi nombre a la secretaria, ya enfilaba para la salida. Con paso presuroso me decido a entrar a la batalla, cuando unas sirenas a todo volumen estridentes y estrepitosas inundan el sacrosanto emporio de la salud y una voz estentórea anuncia:
-Evacuen en forma ordenada, el edifico, porque hay alarma de incendio-
Al fin dije se incendió el ecógrafo, su sala y todos los expedientes y consultas e historias clínicas, las que no estuvieran debidamente pasadas a computadoras.
Mi salida fue presurosa y feliz , hasta mi nueva incursión, que fue... cuando reconstruyeron el edificio. |