La prostituta que un día no regresó a casa.
Mi vida ha sido tan silenciosa, tan anónima. Para mi, vivir es como caminar lentamente en un vacío pasillo blanco, sin saber si llegaré a algún lado o es mejor dejar de andar, detenerse y esperar a que mi cuerpo se funda con el blanco vacío. Cada hora, cada día, cada mes, todo transcurre en un abismal círculo de monotonía.
Desde que era pequeño me han considerado alguien extraño; tal vez un loco o un retrasado, pero siempre alguien desagradable. Mi madre estaba demasiado ocupada para darse cuenta, llevaba a sus alcoholizados clientes a casa. Trabajaba mientras yo observaba temeroso, observando siempre un cuerpo extraño que sobre ella jadeaba y se estremecía sobre ella como queriendo matarla en un grito. Y a mí sólo me quedaba esperar en el rincón junto a que terminara para poder regresar a la cama, para cubrirme con esas viejas cobijas húmedas de un sucio sudor que cada noche se convertía en mi asqueroso cobijo. Mi infancia se sofocó el denso y maloliente ambiente de una prostituta que un día no regresó a casa.
Comencé a trabajar en un empleo en el cual llevo casi 9 años, logrando sobrevivir en un agobiante cuarto de vecindad.
Hace 3 semanas que una mustia señora se mudó al cuarto vecino. Lo único que me sacó de la indiferencia, fue el verla acompañada de su pequeña hija. Se llama Daniela y tiene 12 años. Jamás me interesaron las mujeres, pero pronto me di cuenta de que ésta era la primera vez que experimentaba el deseo; su tierno rostro se ve tan pasivo, me pierdo al observar sus inocentes facciones, sus penetrantes ojos infantiles, me invade una inquietante necesidad de sentir la tierna calidez de su cuerpo desnudo y poder robarme su paz. Desde ese momento supe que tarde o temprano pasaría.
Aquel día Daniela jugaba sola en el patio con movimientos sueltos y una expresión suave en su cara, su madre había salido, la sonrisa de un espíritu ligero y limpio despertaba una excitante expresión en su rostro, la expresión de una infancia inocente que se eleva gloriosa y libre para en poco tiempo caer hasta lo mas subterráneo del alma, aprisionada en muros de odio, ahogándose lentamente entre lagrimas que no encontraron salida... Una extraña energía que hervía en mi pecho me incitó a tomarla. Rápida e inconscientemente, la llevé con una triunfante fuerza a mi habitación. Mi corazón latía excitado, ella estaba tan asustada que al principio le fue imposible emitir sonido alguno, pero gruesas lágrimas corrían desde sus suplicantes ojos desorbitados, su rostro se desfiguraba en muecas de confusión y miedo. La toqué con torpe ansiedad, amé a Daniela con su recién estrenado uniforme de secundaria, y al estar atada disfruté sus virginales muslos nunca tocados, saboreé sus pequeños pechos de niña como dos tiernas frutas, mordí con pasión y furia sus delgados labios húmedos .
No pude evitar penetrarla de manera salvaje, me deleité con la humedad de su ensangrentada entrepierna, sus gritos despertaban en mí una deliciosa furia, mis agrietadas manos rasguñaban su fresca piel rosada, quería partirla, que su garganta desgarrada gritara hasta hacer estallar mi oído. Entonces caí en cuenta de que yo gritaba también, llorando con desesperación. Dejé caer su inconsciente cuerpo. Un profundo odio cosquilleaba todo mi ser, tomé su pequeña cabeza y la estrellé contra el piso violentamente hasta verla sin vida, el hueco sonido de su cráneo contra el cemento comenzó a formar una perversa música en mi cabeza mientras la observaba rodeada de un creciente charco de sangre. La mortal sensación de una pesada y oscura niebla me obligó a arrojar un vómito enrojecido, mi cuerpo se tornó pesado y mis movimientos encadenados, me ahogaba lentamente en una atmósfera cargada de repugnancia.
Estoy asustado, tiemblo, y ahora en brazos del putrefacto cuerpo de Daniela, tan sólo espero. Lamo con ternura la herida de su cabeza y toco sus pequeñas piernas tiesas. Espero. Mientras el cuchillo en mi abdomen hace escapar sangre caliente de mi cuerpo habitado por solitario espíritu helado.
Guillermo Amador
Noviembre 2004 - Abril 2006
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