Me deslizo por la lágrima de mi impotencia
y miro los miedos que me marcaron la infancia.
Manoseo los surcos que me dejo la historia,
florecen magnolias al beber sus semillas de mi sangre suicida.

Me convencen de la muerte las miradas,
las caricias mecánicas, las ideas vanas.
Me convencen de la muerte mis silencios,
mis llantos, mis rabias asesinas, mi teatro de lo irónico, mis personajes inexplicados.

La estrategia se apodera de mis sueños,
los hace de esa carne repulsiva que mi mesa no espera,
le quita la ira por lo que espero y no llega,
me lleva a buscarlos, les mata la escencia.

Poesía de batallas perdidas es más bien historia.

Poesía de batallas ganadas es el fin de un muerto.

Mis versos jamás quisieron ser felices.