Recuerdo cuando era niña y soñaba que estaba perdida en un bosque encantado, que me atacaban enormes bestias y que de la nada aparecía él, talvez un príncipe, que con su espada me defendía y me sacaba volando en su caballo blanco. Todas las figuras en el sueño eran perfectas, las podía ver totalmente delineadas, cada rasgo era único, el bosque, las bestias, la espada, el caballo, todo... todo menos el rostro de aquel caballero, que nunca pude ver como era, parecía que tuviera una densa niebla sobre su rostro, que no me dejaba descubrir quien era el que me salvaba.
Hoy puede que este equivocada, pero ya puedo ver su rostro, ya sé quien es, aunque estoy confundida entre saber si estoy despierta o dormida, sólo sé que si es una realidad no quiero perderlo o si es un sueño no quiero despertar.
Pero tengo miedo, ya no de las bestias, si no de que llegue el día en que su rostro se vuelva a borrar y de nuevo me tenga que acostumbrar a la estúpida soledad, porque ya no puedo estar sin él, no podría seguir sin él, porque este sueño o realidad se fundirían en una sola, una pesadilla que no quiero tener que soportar.
Porque él es todo lo que soñé, porque con él mi mundo es perfecto, porque su voz eriza mi piel, porque en sus brazos me siento a salvo, porque sus ojos son dos estrellas que me transportan al universo y me hacen flotar, porque sus palabras son el camino que quiero seguir para no perderme, porque su respiración es el aire que necesito para vivir. Porque es mi ilusión, mi necesidad y sólo quiero caminar a su lado y amarlo más.