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MIS PULGAS Y TU CALOR

En una noche fría y anunciadora de otoños, me disponía a asistir al cumpleaños de una princesa amiga. Era tarde. Se me hizo mas tarde aún, compartiendo la vida con un amable caballero. Muy amable él, -como les dije-, propuso encaminarme hasta el castillo de dicha princesa. Durante el trayecto, él notó mi recogimiento a tal punto que no se veía mi cuello debido al frío. Si debo ser específica, estaba encogida por el frío y por la timidez de su compañía. Él notó el frío en mí y preguntó: ¿Tienes frío? –Sí- conteste yo, rotundamente, y él con un amable gesto de su brazo (proponiendo abrazarme) preguntó: ¿puedo?, sí contesté, rotundamente otra vez, y así continuamos caminando abrazados hasta el castillo del festejo.
Llegando al destino, toqué el citófono que mi princesa amiga no contestó. Él, amablemente, como corresponde a un caballero de su estirpe, propuso esperarme solemnemente, hasta que yo ingresara y me asegurara que la princesa cumpleañera, se encontraba al interior de su acogedor castillo. Lo hice. Mi amiga estaba en el máximo de su celebración con las demás nobles invitadas, tan alegremente, que no escuchó mi anunciada llegada. Le di su regalo y luego salí a despedirme de tan amable caballero que me esperaba en la gran puerta del castillo.
Creo que la despedida se alargó un resto, ya que era el último día de su estadía en mi comarca, labores lejanas le esperaban en otro reino. De tanta timidez el frío nos arrojó un poco de osadía. - Yo no tengo tanto frío, ¿que tan helada puedes estar tu?, dijo él, incrédulo, -tengo las manos congeladas- contesté, -a ver- dijo él mientras tomó mi mano y se enteró al mismo tiempo que sintió el frío que posaba en mí. Luego, con su otra mano abrigó mi otra mano y luego me abrazó. Conversamos cómodamente mientras sentimos que su calor se extrapoló a mí y me sentí mejor, aunque mi nariz continuaba roja de frío. Luego vino un beso, un tranquilo, calmado y tibio beso que luego le siguieron otros y otros y de repente!....se deja caer la imaginación... y el caballero comienza a soñar amablemente... -¿Te imaginas? , yo llego con este frío y te abrazo hasta abrigarme y sentir este grato calor?, seria exquisito- dijo él, - no te ilusiones – dije, - yo soy muy fría, seria imposible que yo te abrigara, sólo te helaría-. Entonces- Cambió él la versión- yo llego y te abrazo hasta abrigarte y cuando estés abrigadita, tu me devuelves el calor a mí, ¿puede ser?- ahí sí – respondí, mientras le abrazaba fuertemente para que no se escapara el calor que se produjo entre nosotros, y,... por mientras,... rogaba no tener, aunque sea por esa noche..., alguna pulga que me hiciera compañía. Por supuesto, omití el hecho de mi condición de pulgosa. ¿Que pensaría semejante caballero si le contara que lo más probable es que junto con transmitirme su calor, yo le transmita alguna de mis pulgas?, ¿Él lo aceptaría?, ¿me aceptaría a mi? Pensé que se trataba de mi gusto por los animales y mi irresistencia a tocar a cualquiera de ellos que me encontrara por ahí. Entonces, para evitar las pulgas, evité los animales por largo tiempo, pero, ¿qué pasó?, que de todas formas llegaba con pulgas a mi pequeño castillo. Así es, salía de castillo sola y regresaba con una pulga. Subía sola a un bus para viajar a otro reino y me bajaba de él ¡con pulgas!, viajes cortos en colectivos dentro de mi comarca y me bajaba ¡con pulgas!, paseaba por la plaza y ¡ya está!, contagiada de pulgas, para que decirles si acortaba camino a castillo por algún desvío o sitio eriazo, ¡más pulgas! Debo admitir que me suben el ego. Me hacen sentir deliciosa y apetecible; ellas no se resisten a mí, me siguen por donde voy, se me pegan de todas partes y pueden permanecer muchas horas conmigo. Me siento un exquisito elixir apetecido por las pulgas. Pero, yo no podía contarle a él este hecho que aumenta mi vanidad, no, no suena bien, no se escucha bien y créanme, no se siente bien. Pican fuerte, cosquillean mientras caminan por mi piel y estando en público ¡no me puedo rascar!, se han convertido en mi vanidad secreta, ya que no las puedo evitar, me temo que he aprendido o mas bien, acostumbrado a vivir con ellas. Ahora sólo falta que aquel caballero de mi interés las acepte.
De mi parte, su calor está totalmente aceptado. Nuestro final, totalmente predicho, ya que el resultado de nuestra suma siempre será: “MIS PULGAS Y SU CALOR”.

Texto agregado el 03-05-2006, y leído por 319 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-03-2007 Si yo fuera pulga me iría con él, que es más calentito. Pero como soy sólo piojo, me quedo contigo y tu historia. NeweN
21-02-2007 Tá bueno, pero encaja más en la narración que en el cuento. ergo, (5*) por si las pulgas. ergozsoft
19-11-2006 Es grande... Un concepto excelente, si trabajas la puntuación y los espacios se haría un texto completamente devorable... =) PepeTopo
06-10-2006 Vaya que es creativo, nunca leì algo parecido, lo que le da mucho màs valor, ademàs de ser de amena lectura. doctora
17-06-2006 Tengo el privilegio de ser la primera en leer tus textos, y creeme que siempre me sorprenden:) marianaruiz
15-05-2006 Y si nombras a tu caballero "Señor de las Pulgas"???...Mal que mal, tienen un gusto en común... Genial! misterioso
03-05-2006 Muy original, me encantó. gamalielvega
03-05-2006 vaya que imaginación, que bueno jaja***** eslavida
 
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