Las pesadas neblinas en las noches de verano algunas veces no dejan prenderme un cigarrillo, que con éxito esta vez he logrado.
Sentado en el pequeño banco de un jardín ingles, un sauce acompaña mi nostalgia y mis miedos, derramando lágrimas por mi. Tan coposo como compañero, preferiría que me abrace antes que presentarme su hombro para llorar.
La fachada del caserón presenta imponentes ventanales, que me sentiría un nimiesco espectador del mundo al querer espiarlo desde un punto de visión tan colosal. Desde el interior, la tenue luz de una lámpara muestra dispares siluetas de una habitación que, aunque resulte acogedora, preferiría seguir disfrutando de la humedad de la noche.
El cigarrillo se consume y ni lo noto, así que enciendo otro sin importar que a éste tampoco lo notare envenenándome. Al consumirse, pitada tras pitada, siento encontrar en ese futuro el espejo de mis días; paso tras paso, un latido y otro, y mi vida se consume, donde otros la aspiran, la pitan, y nada puedo hacer al respecto. El puro de un supremo ser.
Al instante, no muy lejos de mi, un ruido altera mis nervios; puede ser que alguien haya notado mi presencia?, me mataran, o al menos me alejaran a los tiros creyendo que soy un ladrón, o quién sabe que cosa postrada y estática sobre el banquillo en su jardín.
-Quién anda ahí?! Salga de mi jardín, esto es propiedad privada!! Bang! Bang-Bang!!-
Pero los nervios me juegan una mala pasada, y confundo el maldito caer de una rama con los pasos, la silueta de mi desterrador.
Creo que la aislada situación desvía mi mente hacia otras cosas, pero no, el mínimo momento de la nada hace retornar todas las ocupaciones de mi alma en una sola, y otro cigarro que se va, y otra fotografía de mi vida consumida por ellos.
Casi sin preverlo, otra luz en el interior se enciende, quitando la tenebrosa mascara de la sala, dando a conocer su verdadero rostro. Una suave figura deambula en su interior, y como por decisión de algún dios la neblina se esfuma y el día, con todas sus cosquillas, aparece como por arte de magia. El cigarro deja de consumirse exactamente en la mitad de su recorrido, y el aire cede a mi respiración, tal como si nadie en la tierra estuviese aspirándolo justo en ese paradisíaco momento. Todo, absolutamente todo para mi en, al menos, una milésima de segundo. Un escalofrió corre por mi ser, pero no de terror, no de miedo, solo estremecimientos que suelo aducirme en momentos en que la realidad se me presenta toda mía. La silueta posa en un sillón, con sus ojos hacia la pared, y de golpe la neblina, la espesa neblina. El sol, las cosquillas y mi escalofrió se esfuman sin saber por qué, al igual que su repentina aparición.
Aún crees que esto tenga algún sentido?, crees en verdad, que una simple insinuación se convierta en verdadera invitación?. Eres un idiota, y por demás un cobarde. Crees en verdad, que haber tenido el valor de venir hasta aquí solo para posar, sin llamar a la puerta, con todo lo que luego deviene, te convierte en un aventurero? en un hombre seguro de si mismo?. No, no es así. Permanecerás sobre esa despiadada piedra, hasta darte cuenta de que realmente no tienes las agallas para hacerlo, y te iras tan frustrado como viniste.
Una ráfaga de calor se apodera de mis músculos, recorriendo mi cuerpo todo, y ya lo siento en las malignas delatoras de mi vergüenza. Una leve presión ejerce sobre mi pecho, constriñendo de suave manera mis intenciones, mis deseos, mis fantasías. Hace rato ya que no tengo un cigarro encendido entre mis dedos, así que otro se convierte en el chivo emisario de mis miedos. Dos pitadas, y mis piernas se aflojan; una mas, y mis brazos vuelven a formar parte de mi cuerpo, la ultima, y todo se acomoda en mi cabeza como la espectacular estrategia previa de un jugador de ajedrez decidido a decir jaque. Mate.
Con miedo e inseguro me levanto del banco, con miedo e inseguro y aún así me pregunto por qué lo hago. Pero ya lo hice. Ya me paré, y ya estoy caminando hacia la ventana. Sigo sin saber de donde surgen las órdenes que obligan mover mis pies. Ya levanté mi brazo en dirección a ella, me persuadí de golpearla, una segunda orden y ya apliqué dos, y un tercer golpecito sobre el vidrio para llamar tu atención.
Te giras, seria, sobre ti misma sin moverte del sillón, con gesto de incógnita hacia el ventanal; y justo en ese instante en que tus ojos se encuentran con los míos, hechizados por cada uno de tus movimientos, en tu rostro se dibuja una sonrisa que de golpe ilumina y da sentido a mis días, los pasados y los venideros. Desplazándote, casi levitando, te acercas a la ventana y la prometedora línea de tus labios ni un centímetro se ha movido. Posas una de tus manos sobre el vidrio, y me siento flotar contigo aunque el grueso ventanal nos separe. No entiendo por qué, pero desapareces caminando hacia uno de tus lados y mi mundo se derrumba, justo en el mismísimo instante en que acariciaba tus cabellos.
De momento el ruido de un cerrojo y una chirriante puerta que se abre ante mis ojos. Tu dulce rostro aparece luego, apoyando tu hombro sobre el grueso marco.
Aspírame, consúmeme. Seré tú aire por el resto de tus días.
-Estás aquí. Pensé que no vendrías.- |