Contemplo la ciudad desde aquella estrella que vela el sueño de la luna. Las promesas de amor se fueron con el viento. El cielo se ha puesto los guantes de lana. El tiempo se perdió en el laberinto. Hoy puedo ver detrás de mi muerte y entrar en ti, sin aliento.

Han pasado tres lunas. La suerte se borró de mi memoria. El minuto que dejé entre tu y yo, se desvaneció. Ahora sólo queda romper el cielo con la grieta que me dejó tu amor y las cenizas de tus llamas.

Me gustaría ser como tú, pero no puedo. Prefiero convertirme en alcohol, para así mojar tus labios e introducirme en ti.

Dentro, descubro laberintos y la luz de la existencia, con la misma luminosidad que llevo la imagen de tu rostro. Siento los besos que le das a otro, y pienso que alguna vez tus labios fueron parte de mi vida. Me acerco a tu alma y veo algunas de las fotografías, ya amarillas, que llenaron el álbum de mi historia.

Llego a tus ojos. Es como una insolación, como el reino del sol. Los cierras por un momento y veo soles azules.

Aún siento dolor. Veo tu mirada destrozada. Una parte de mi esencia se quiebra en mil pedazos, se convierte en la lágrima que recorre tu piel hasta confundirse con tu aroma. Subo a tu mente. Huelo tus pensamientos y tu pasado. Observo que fuiste concebida por una oración.

Bajo por tu brillo. Siento tu fragilidad y comienzo a sentirme despierto de nuevo. Escucho música celestial al tocarte. Atravieso puentes caídos hasta llegar a tu palpitar. Tal pareciera que estando aquí no estoy. Exprimo tu corazón triste, mojado por el tiempo de lluvias.

Recorro tus sentidos, tu razón. Cruzo ríos de sangre marchita.

No puedo saber que ocurre. Imagino, pienso, huelo e intuyo. Pero no sé lo que ocurre. Quisiera que me escucharas, un momento, pero ahora nadie me oye. Prefiero convertirme en el fantasma vivo de tu voz pero todo es en vano, aún así mi corazón es una tierra en ruinas. Al descubrir, que luego de esperar tanto tiempo, nunca fuiste parte de mi.