Ahora bien: es imposible saber lo que significa ser consecuente, y esa imposibilidad tiene alguna utilidad. Si acaso se es consecuente se es por accidente. No se puede ser consecuente si estamos en el proceso de hallar nuestra propia naturaleza, de esperar que ésta surja, porque, hasta que eso ocurra estamos obligados a oscilar; si somos consecuentes antes de la aparición de nuestra propia naturaleza caemos en el error de adquirir una naturaleza que no nos es propia. que no es nuestra; pero, una vez que ha surgido nuestra naturaleza automáticamente se es consecuente pero por accidente. Ninguna naturaleza es estática y la que pretende serlo se resquebraja, pero más erróneo y fatal aún es abandonar el modo propio y la posibilidad del encuentro del mismo, por presiones ajenas provenientes de condicionamientos masivos en los que las masas caen. Si estás cultivando un campo en ti mismo espera por los frutos que siempre llegarán.
Hace muchos años hubo una pareja muy simpática y se decía de los dos que eran esposos y hermanos, ella era el ser más agradable que nunca vi, y él, el tipo, era un loco, pero hacían una pareja fenomenal. Sucedió en Egipto, ella se llamaba Isis y él Osiris. En esa época Egipto estaba en completo desacuerdo y las personas se estaban comiendo vivas unas a los otras, todo estaba desarreglado, pues, había una situación de caos.
Se dice que nuestra parejita puso orden al asunto: ella inventó la cerveza para que la gente olvidara un poco sus perniciosas leyes de castas sociales y dejasen de ser tan inhibidos y cuadrados. El tipo por su parte era un loco: no hacía nada y lo curaba todo: todavía hay quienes aseguran que aves negras gigantescas que sólo podían ser vistas por el ojo derecho, descendían del cielo y le arrebataban sus órganos y tomaban entre sus garras cabezas luminosas que se desprendían de él. Como ella, Isis, tenía dominio sobre criaturas infernales locales, el tipo, Osiris, fiel a su hermana esposa, permitía que de la tierra surgiesen manos de apariencia asquerosa a arrancarle láminas de la piel y halarle sus órganos sexuales. No había un solo paso que él diese que no se le viera ser devorado y arrancado completamente; en él sólo permanecía constante una luz que ante el poder de la voluntad de ella se volvía frágil como la llama de una vela.
Se dice que él era dios, pero él estaba allí sólo por el poder de ella. Y se sabe que esa parejita arregló todos los desarreglos, porque toda la energía acumulada en sendo continente fue tomada por extrañas entidades que con el tiempo arreglan los entuertos. Ella amaba a los hombres, él amaba al mundo; ella era la vida, él era de más allá de la muerte; y sin ella y sin la muerte no habría valido la pena vivir la vida, él la pudo vivir en perenne muerte e hizo ese sacrificio por la vida para que esta fuese como a ella le gusta vivirla, en paz, armonía, sensatez, tranquilidad, inteligencia, creatividad.
Así que ambos eran seres reguladores, curadores. Él nunca negoció directamente con los hombres, sino con las fuerzas infernales que constantemente toman, purifican y devuelven; ella siempre pensó que él era un genio y de vez en cuando le daba besitos en la frente.
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