-¡¡¡Acá!!! ¡¡¡Acá!!!-gritó el chico con voz desgañitada por el terror.
-¡Restos humanos! ¡Restos humanos!
La gente se arracimó en torno a una bolsa. Se escucharon voces compasivas, gritos de espanto y murmullos surtidos:
-¡Pobre individuo!
-¡¡¡Me muero! ¡Que horror!!!
-¿¿¿Quién será este pobre desdichado???
-¡¡¡Llamen a la policía!!!
El tumulto creció y formaron un círculo que obstaculizaba el paso de los desprevenidos transeúntes, quienes, a su vez, trataban de enterarse de los pormenores:
-¿Qué ha sucedido?
-Han asesinado a alguien…es algo atroz.

Un par de horas transcurrieron hasta que llegó el dependiente de un local. Apartando a la muchedumbre, abrió los candados, levantó la cortina y al poco rato apareció con más restos humanos en otra bolsa.
-¡Él es el asesino! ¡Deténganlo! ¡Que no escape!
Con la misma parsimonia con que había llegado, el peluquero apartó a la gente y depositó en la acera la otra bolsa conteniendo los restos de cabello cortado en la jornada anterior.

El inmenso grupo se disolvió rápidamente, con un atisbo de vergüenza en cada rostro…