Hacía semanas que había entrado en un coma leve. Igualmente, sus hijos y esposa aguardaban de un momento a otro el desenlace. Hasta que un hilo de luz le atravesó la cara en un sinfín de balbuceos extraños; junto a esa sonrisa socarrona; indefinidos gestos de las manos; el temblor entre sus labios y una mirada placentera que se extinguía lenta... La enfermera se asomó debajo de esas sábanas, con su boca entreabierta y los ojos turbios, después de haberle dado aquel placebo diario. Fuera, un conjunto de ojos celebraban absortos su mejoría, bajo el desempeño de la profesional...