Este poema duele,
como la distancia
en las noches de otoño repetidas;
porque llega tu ruego
desde lejanas tierras
y yo,
tan prisionera de mi piel,
acurrucada siempre en la distancia,
cierro los ojos para que no sangren,
con las letras marchitas de tu canción incompleta.
Y junto a este poema
que no sabe de abrazos,
que en soledad obscena choca contra mi sombra,
siento como mis manos se congelan
ante la sutil ausencia y su memoria.
Y si yo te contara de la muerte,
de cómo el sol carcome las heridas,
que se agigantan siempre por las noches
cuando el mundo se duerme en compañía.
Si te contara que el terror se asoma,
cuando intento encontrar una salida
y me amarra con sus garras de fuego
y la respiración se vuelve tibia.
Este poema duele
en esta madrugada que agoniza,
y en tu nombre lo escribo,
porque tu ruego llega
desde lejanas tierras
y me domina...