El tiempo nos hace sabios, o al menos eso creemos. De hecho nuestra sabiduría es arbitraria. Todos nuestros conocimientos son de algún modo adaptados a nuestra vida, a nuestra especie. Nosotros definimos el tiempo, nosotros definimos qué es blanco, qué es negro. Incluso hemos llegado a definir qué está bien y qué está mal. Entonces, por qué el ser humano, tan genial en el ámbito de la progresión, tan sabio, ¿por qué no puede alcanzar su felicidad?
Primero deberíamos definir qué es la felicidad. Tomaremos como base el conocimiento de que la felicidad son un seguido de momentos alegres que en un todo dan una sensación de bienestar que es deseable mantener.
El hombre ha pasado por multitud de métodos para conseguir ese espacio de tiempo que, al fin y al cabo, es efímero. Cada uno busca su piedra filosofal, su elixir de la felicidad, fuera de él. Buscamos coches, buscamos viviendas, buscamos un buen arbolito en navidad, bien adornado, plantado en una multitud de regalos.
Pero, ¿realmente estamos seguros de que ese derroche nos traerá ese momento “mágico”? La respuesta es no, no estamos seguros de ello, tan sólo nos cubrimos las espaldas ante el azar, jugamos con la mayoría de opciones posibles para ver si conseguimos nuestro ansiado premio.
Pero todo llega a hastiar. Actualmente estamos en época de Navidad, todo muy bonito, tierno, familiar, acogedor, pacífico. Incluso vemos noticias de cómo los soldados, portadores de la muerte, celebran la navidad lejos de sus casas, con fusil en mano eso si.
Vemos a dirigentes partiendo pavos, vemos a futbolistas en partidos benéficos, vemos adornos, luces, carteles, caras sonrientes... y nos enternecemos.
Y no es culpa nuestra, es nuestro sutil subconsciente. Todos deseamos esa felicidad y él es un leal servidor que nos intenta ayudar sea cual sea el medio. Relacionamos esa “ternura” con la felicidad. Navidad es nuestra etapa del año favorita, somos buenos, ¿por qué? “Por que es Navidad, como no” contestaría mucha gente.
Lo que yo digo es que la Navidad es una etapa del año estupenda, la gente mejora aunque estemos cansados de tanta tradición. Pero la felicidad es ilusoria, es otro holograma aún no “arbitrariado”, algo que aún no hemos “descubierto”. Deberíamos actuar en base a nuestra propia actitud, la generalización es mala y todo el mundo parece rebelde cuando ésta es nociva pero luego se someten cuando hay algo beneficiable.
La felicidad está dentro de nosotros, está dentro de esas ganas de pasear entre los árboles mientras sopla una brisa otoñal, está dentro del sentimiento de unidad familiar, está dentro de nuestras alegrías, de nuestras penas, está dentro de ese amor a la lluvia, está dentro de ese miedo a lo desconocido o dentro de cualquier matiz que diferencie a una persona de otra, Pero está ahí, esperando a que la veamos, la saludemos y no la perdamos de vista.
|