La palabra simpleza ha desaparecido de su vocabulario: desconoce su sentido, su importancia y su valor. Sobre todo en estas fechas.
Afuera, todos corren presurosos, y se siente contagiado de salir, a sumarse a esta marea que corre, en una frenética búsqueda.
Pero también piensa para si, que en este momento no tiene el dinero suficiente para comprar el juguete de moda, ese que imagina es el regalo soñado por su hijo.
Me endeudaré – se dice a sí mismo – y si lo piensa bien, es la única manera que tiene para sumarse a los buscadores.
No le preocupa el endeudarse. Sabe bien que podrá pagar, sacrificando una vez más, algunas tardes, noches y fines de semana trabajando. Para tener dinero, para tener cosas, esas cosas que lo hacen estar por sobre el resto. En casa, sabrán entender el sacrificio que por ellos hago. Ha costado, pero han tenido que entenderlo todo este tiempo.
Endeudándome podré correr como el resto – se decía – mientras sacaba cuentas de cuanto y en que gastar.
Es tarde, ya anochece. Un niño en su cama, solitario. Piensa en su carta al Viejo Pascuero. Sabe que hizo méritos y piensa que por fin se cumplirá:
Querido Viejito Pascuero:
Este año, quiero como regalo, poder disfrutar más de mi papá….
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