Hacia fines del siglo XIX, luego de reiterados reclamos por parte de los trabajadores de casi todo el mundo, (reclamos tales como una jornada laboral de 8 horas y salario digno), el Congreso de París de la Segunda Internacional acordó celebrar el “Día del Trabajador”
el 1º de mayo de cada año.
Hoy, siglo XXI, en el mundo moderno, avanzado, con nuevas tecnologías y más, paradójicamente siguen siendo muchísimos los que piden “trabajo”, “trabajo digno”.
En el espacio de los lunes en La Columna, Roberto Tarsh, nos acerca su reflexión sobre “trabajar” desde el análisis etimológico. ¡Bienvenido!
Shou
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EL TRABAJO VISTO DESDE LA ETIMOLOGÍA
Según lo afirma Joan Corominas, “trabajar” proviene del latín vulgar tripaliare (torturar), derivado a la vez de tripalium, especie de cepo formado por tres maderos cruzados.
Cierto es que no todos los etimólogos coinciden: el mismísimo Rodríguez Navas se inclina por otra trayectoria, que vendría del griego trapeex, pasando por el latín trabea (perteneciente a la viga)
Con todo respeto por el ilustre autor del “Diccionario Completo de la Lengua Española”, parece más verosímil la propuesta de Corominas (por otra parte aceptada por la RAE.), porque uno intuye que la compulsión y el castigo tuvieron que ver, con el trabajo, mucho más que las vigas… ¿Es necesario, acaso, recordar que existió la esclavitud, por no decir que aún existe?
Al parecer también lo vislumbró así Roque Barcia en sus “Sinónimos Castellanos”, aunque no se haya ocupado allí del origen de la palabra. ¿Por qué habría afirmado, de otro modo, que el hombre, cometido el pecado original, fue condenado al trabajo?
Obsérvese que si trabajo equivale a tortura, o a condena, entonces “trabajo digno” sería una contradicción y “trabajo forzado” un pleonasmo.
Tampoco se puede ignorar, naturalmente, que la lengua evoluciona y que el significado de los vocablos se va alterando, pero en este caso el proceso parece estar teñido de cierta dosis de hipocresía: lo que en principio parecía denigrar termina dignificando, sin que esté para nada clara la razón del giro, ni su oportunidad.
Más bien parece tratarse de una cuestión de oportunismo, de conveniencia.
Esta visión es algo diferente de la histórica, tal vez porque los poderosos siempre estuvieron atentos a supervisar el modo en que se escriben las crónicas y no prestaron igual atención a la silenciosa etimología…
De haber en ella algo de razón, vale decir: si es cierto que la humanidad trató la cuestión del trabajo con cierta hipocresía, no debería extrañarnos que una nueva celebración del día del trabajo nos encuentre, el próximo primero de mayo, con una serie muy significativa de conflictos sin resolver.
No abusaré de la paciencia de nadie enumerándolos: todos los conocemos. Sólo me preguntaré qué se puede aportar desde el quehacer literario.
Mi pobre conclusión es “poner las cosas en blanco sobre negro”, combatir la hipocresía, denunciar el cinismo. En resumen, laborar por el triunfo de la verdad sobre la mentira.
Roberto Tarsh : Iwan-al-Tarsh
Argentina, mayo de 2006
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