Un sábado cualquiera de abril (nótese que se dice “cualquiera”, no “uno más”)

No hace mucho tiempo nos conocimos. Hermano litoraleño de palabra sensata, profunda y sincera. De la que une, comunica y estrecha lazos. Trajiste tu amistad, tu tiempo, tu compañía. Pero hoy el dolor nos marchita por dentro. La despedida no deseada parece aproximarse. Comienza a imponerse caprichosamente. Incisiva y tirana. No escucha el clamor de seguir conociéndote. La angustia asoma en el lento transcurrir de la enigmática espera. Tras ella, llega con paso silencioso la tristeza. Gana espacio en un corazón roído para soportarla.
Tu presencia se vuelve imperceptible. Tus Ideas, tus Palabras, tu Presencia, ya no son más que Recuerdo. La memoria y el sentimiento buscan refugio en una canción desgarrada que ronca desde el interior.
Mientras intento encontrarte. Pareces alejarte por las sendas de un bosque que sólo tu conoces. Ya no será presencia tu Amistad. Sólo nostalgia. Sólo recuerdo. Sólo ausencia. Recuerdo, abandono. Presencia y ausencia. Misterio.
No hay “adiós”. No lo quiero. Presiento un “hasta siempre”. Lo intuyo. Lo deseo. Dolor es presente. Sin llanto. Que es el nunca más. Atonía del absurdo no ser. No hay fuerza alguna en ello.
El invierno frío se adentra. El recóndito e intrincado Universo Humano, persigue su destino de fatalidad. Y en el verde campo de sierras, lomas y montes, percibo lo que dejas. Ya no estás. Pero estoy. Y en un atardecer resplandeciente se borra todo pensamiento. Desde el interior de una lejana y solitaria cabaña, escapa suave el sonido de la música.
“La Muerte grita: ¡Tierra!”
Adiós Nonino.


Unas semanas después

Enigmática es tu realidad. Algo confusa. Cual hombre que despierta de una noche fría. Puedes erguirte nuevamente. Te pones de pie. Con un rayo tibio de sol iluminando tu rostro. Lento. Disfrutas el calor. Te mueves. Te sientes fuerte otra vez. Sanas. Re-naces.
Tus raíces son profundas. En tu tranco se posan las más diversas aves. Calandrias todas. El Chajá no se esconde. Se muestra para escuchar tu Palabra.
Recuperas tus fuerzas poco a poco. Te vuelves Quebracho. El nuestro es tiempo de “imagen, cantos y poesías”, como tu mismo dirías. Pero tu ser te acerca al concepto. Sin embargo nos esperas. Tus cantos son reposo gozoso y reflexión profunda. Nos enseñas a bracear. En este Océano oscuro de hielo. Incisiva y filosa sobrevino tu palabra.
Brindamos por ti. Te abrazamos en nuestros corazones. Maestro de vida. Levanto mi copa.
Que todos los días sean festejo. Que no haya despedidas. Solo encuentros.