Redención.
Joaquín Carrasco Bahamonde.
Aquella noche no podía dejar de ser especial, un siglo dentro de su cuerpo inmortal, con un alma podrida por el tiempo. Leonardo vestía un traje negro y largo que le encajaba perfectamente en su esbelto y desgastado cuerpo. Cada año que pasaba sus ojos iban cayendo y sus ojeras nublaban progresivamente su rostro que expresaba la angustia de seguir existiendo. En el centro de su corazón albergaba una melancolía de viejos tiempos, donde veía su existencia como una aventura, cuando con Isabel recorría los suburbios de la ciudad alimentándose de cuerpos jóvenes, donde floreció un amor que lo destruyó poco a poco.
Ahora se encontraba frente a la Catedral donde renació para vivir de la muerte, donde su sangre fue víctima de la maldición y se volvió su nueva pasión.
Hace siglos atrás, una noche que iba caminando cerca de la hermosa Catedral, vió por primera vez a ese ser mágico y maldito escondido entre los matorrales del santo jardín. Se acercó lentamente y luego de sorprenderse por la colosal belleza de la dama, le pregunto tímidamente , a lo que ella respondió con un tono cansado . La atracción producida fue tal, que Leonardo sin uso de razón, solo guiado por su corazón, se acercó hasta sentir su respiración agitada, ella sin ningún preámbulo desnudó el cuello de Leonardo y cuidadosamente entreabrió su carne con sus colmillos y extrajo de su sangre. Este acto nunca fue olvidado por la víctima, quién no sintió más que un exquisito placer al sentir el apasionante padecimiento en su cuello. Al finalizar esto, se sintió muy mareado, solo se concentraba en observar el hermoso rostro de la dama, sus rojos labios donde aún recorría de su sangre pronunciaron con una voz dulce y tranquila . Sin cuestionamiento Leonardo aceptó, una eternidad para amarle sería suficiente para la felicidad perpetua. Isabel se mordió la muñeca y la acercó a la boca de Leonardo. Este por su parte, bebió incontrolablemente de aquél amargo jarabe que sentía como un delicioso licor que saciaba su dolor, su hambre y que calmaba su exaltado y angustiado espíritu, el mismo licor que tanto añoraba en este momento, sentado solo en una fría banca.
Isabel ya tenía mas de un siglo cuando convirtió a Leonardo, por lo tanto fue su amada y maestra a la vez, de ella vivió y aprendió el sentido de la inmortalidad. Este nuevo amor fue floreciendo y creciendo cada vez más, sin embargo una noche Isabel decidió abandonarle para siempre, solo le dejó una rosa marchita en su lecho.
A Leonardo le invadió una tristeza que no lo dejó nunca y que marchitó todo lo relacionado al amor. Se preguntaba todo el tiempo “¿Qué hago ahora sin ella?” Su existencia carecía totalmente de sentido, había nacido y muerto por ella, había ingresado a la inmortalidad por amor, pero la traición lo consumió y sintió un odio que lo destruyó. Esto había ocurrido hace ya más de un siglo, no obstante lo marcó para siempre.
La noche estaba muy fría y oscura, Leonardo se levantó y caminó lentamente acercándose hacia el jardín de la Catedral. Ahora estaba todo distinto, las flores que aquella noche adornaron un acto de amor, ahora estaban marchitadas, los hermosos ángeles fueron reemplazados por gárgolas y criptas, sin embargo la tierra aún seguía tibia por el roce entre los dos cuerpos y la sangre que se había derramado siglos atrás. Se sentó y mágicamente revivió la imagen en que Isabel desgarraba su cuello para satisfacerse, aquél emblanquecido rostro, su largo cabello y por sobre todo sus frías manos que recorrían su pecho sepultando sus garras de goce. En plena regresión, escuchó esa suave voz, abrió sus ojos y vió frente a él a Isabel, no lo podía creer, estaba igual, tan hermosa como siempre, envuelta con sus largos vestidos medievales. Tomó de su mano y se sentó junto a él... preguntó Leonardo muy nervioso, su mente perturbada no entendía la confusa situación. A la luz de la luna se veía la silueta de Isabel que se acercó y besó fuertemente a Leonardo diciéndole , la confusión se apoderó de éste sumado a la angustia al darse cuenta que las palabras de Isabel, y su beso ya no le generaban nada, ni la más mínima atracción. Todo el amor que sintió alguna vez ya no existía, se había transformado en tristeza y desconsuelo. Solo quería acabar con esto.
Isabel lo miró y entendió su destino, nuevamente desnudo el cuello de su víctima y extrajo de él todo resto de vida, en ese momento Leonardo volvió a sentir amor, aunque fuesen solo segundos agradeció haber conocido a aquella mujer, su amada mentora. La tormenta había acabado, la noche concluyó y el sol madrugador iluminaba el ahora floreciente jardín, el cuerpo de Isabel ahora era solo un cúmulo de polvo que se esparcía en la tierra por el viento y se mezclaba con la sangre vertida la noche anterior.
FIN.
Dedico este cuento a mi querida amiga Valentina Castro, una luz espiritual-mental y un pilar en mi vida, siempre te querré y estarás en mi memoria por todos los momentos que hemos tenido. Siento un gran aprecio por ti, me has ayudado a valorar lo que tengo y mis carencias. Muchas gracias.
28/04/2006
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