Un bello paisaje se ve desde este rincón del mundo a través de la ventada de un tren que viaja con gran velocidad. Un rincón perdido entre dos montañas, un pequeño valle cubierto de hierba, un riachuelo lo recorre de arriba a abajo regando con placer cada una de las plantas que crecen cerca de el, un río que da de beber a los pequeños animales con generosidad. Ya es primavera, los árboles florecen y el suelo se cubre de un manto de colores. Los insectos vuelan de flor en flor mientras que los pájaros los observan desde la sombra en la rama de algún árbol. En el cielo, muy arriba, un águila observa con atención ese pequeño lugar, observa como un pequeño conejo sale de su oculta madriguera y se acerca a beber al río. El tren sigue su camino y ahora se ve un rebaño de ovejas pastando tranquilas sin nada que las perturbe. Desde la falda de la montaña, allá arriba, las observan algunas de sus primas lejanas, saltando de roca en roca buscando alguna brizna de hierba que comer. Algunas bayas empiezan a crecer en los arbustos mientras algún animalejo se escabulle entre los matorrales. En la lejanía se escucha el final de una alimaña que a caído en la trampa de una serpiente.

Ese es un lugar casi perfecto, poco le falta para alcanzar la perfección. Solo faltas tu a mi lado observando ese paisaje, imaginándonos por esa tierra. Lentamente el tren llega a su destino, despego la mirada del libro y me bajo, de nuevo en la ciudad, en la monotonía y el tormento de aquel lugar que lentamente acaba con nosotros, poco a poco.