Trémula, la piel se estremecía con cada suave movimiento, sucumbía ante la nivea tentación de la incitante poesía. El amor es blanco y rojo, como las gotas escarlatas en un pañuelo sangrante, como el beso puro de una dama apasionada, quien prodiga sus caricias a aquel que no la ama.

Se despierta un día de verano y ve como las cortinas encarnadas le hacen el amor a la ventana besando al primer rayo de sol que ha de bañarle el rostro, la nostalgia no tiene cabida junto al recuerdo de la víspera pasional donde sus dedos de marfil se le enredaron el cabello y la aprisionaron contra cada una de sus dudas, le mentían al reloj una y otra vez intentando mantenerla en un sopor interminable de quien peca con cuidado para que no se entere la aurora.

No es eterno el amor, va menguando junto a la misma luna que le ve nacer de entre la hierba, el encono rojizo, ardid de los amantes, se diluye en el pálido retrato de la verdad. Cesa el flujo de promesas, se ciñe a la cintura un liston escarlata que ha de mantenerle encadenada a aquel que se olvidó de amarla. La respuesta ha sido declarada, si bien no escuchada por unos oidos que prefieren mentirse a si mismos antes que descender en un vuelo al atardecer.

El girar interminable del ciclo estacional habrá de traer consigo una nueva excusa para alimentar el despecho y engrandecer el roce infiel de un corazón ajeno al contrato, la hará aprender el arte de disimular entre lineas el sentimiento más puro y vil, soportar el castigo de escuchar a los vigilantes eternos observandola mientras el amor le penetra los sentidos.



Como la blanca virgen que llora las plegarias de los fieles y sus infieles amantes, rojas como el cerezo en flor.

Como la helada tumba que duerme silenciosa mientras llueven pétalos de rosas carmesí sobre su regazo, conteniendo dentro una vida evaporada, cansada de respirar, y harta hasta la médula de suspirar.

Como la nieve marcada por un brote accidental de sangre de sus finos dedos...



Asi corriale el rastro de la pesadilla silenciosa por la piel de porcelana, y se dibujaban cuentos rojos en su cuello, igual que cuando conoció el amor a su lado marcando una cama aperlada con la prueba de una inocencia perdida. La luna cerró los ojos para no verlos mutilarse el cuerpo en busca de un autocastigo que les profiriera la paz deseada.

Callada conspiración de quien ama lo prohibido, de los que buscan el deleite en el engaño aunque la culpa les incinere el alma y los arrastre a la autoflagelacion momentanea en busca de la absolución por medio del sacrificio, el orgasmo le tiñe el rostro del color delatante mientras siente que todo su cuerpo arde de verguenza, una melodia le acaricia los rincones del alma y a cada nota del violin tiemblan las ganas del otro lado de la ventana.Al terminar, el aroma de la traición se pega a las sabanas junto con la escencia de las rosas.

Y cuando todo termine no le quedará entre sus brazos mas que la vispera de una mentira y un esposo tan carente de sospechas como de encuentros apasionados, mientras a ella se le escapa el aliento por la puerta y la sangre de las venas contemplando las colinas salpicadas de recuerdos.