Entramos como habíamos acordado a aquel rancho, pues era un paseo en familia, de aquellos en donde el estrés y el cansancio del esfuerzo se compensan con chapuzones de agua y amenas charlas junto al sauce llorón y una buena cena, y fue así como aquella tarde solté los ojos sin querer hacerlo y descubrí el espejo del amor mirándome fijamente y hay estaba, con muchos años menos, pero en fin, su alma estaba tan enlazada como la mía y palpitaban nuestros rostros en tamaño pacto de ardor. yo me pare de la rojiza silla y camine sigiloso rumbo a ella, cuando frente a frente estábamos, sentía sus manos sudar tan perspicaces como las mías, pues tome sus manos y la bese frente a sus padres dejando el entorno como las nubes celestes de aquellos labios infantes, que me crucificaban y que pronto hacían decaer las ganas, esas mismas que buscaba ella en mis pupilas vergonzosas, como en aquel rincón del cielo, en donde se topo paso a paso el vapor que se expandía con el viento, bueno, pero ya nada es igual, he vuelto a darme cuenta que el soñar solo era un sueño y que lento despertaba, como aquellos cánticos de aullidos de hienas en celos
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