Quebracho soy de esta tierra montaraz. De allende el mar vinieron algunos hombres y con comerciantes de aquí, durante casi un siglo nos fueron hachando de forma planificada. Miles de kilómetros de quebrachales desaparecieron. El oro rojo viviente se fue. Hoy, por aquí o allá lejos se levanta algún hermano mío esplendoroso hacia el cielo, verde las hojas, rojo el tronco, pues sangre pura corre por nuestras venas y nos torna duros como roca.
Pinta gris la tierra seca y aburrida. De la corrupción centenaria, allí, pequeñitos, otra vez estamos en el ciclo de la vida. Somos muy lentos. Hay un principio de toda generación, decía el Estagirita, y allí todo retorna. De refilón toca la Eternidad este maravilloso y enigmático proceso, continuaba el Maestro de los que saben como le llamaba nada menos que Hegel.
Soy un quebrachito particular. La Eterna Sabiduría ,donde están todas las cosas, me regaló la percepción inteligente y el lenguaje. Y por eso estoy aquí nuevamente.
En la Oscuridad del Mundo, donde habitan “aves nocturnas” “con inteligencias deseosas”, como decía Aristóteles, los quebrachos tienen orden y sentido, en armonía con la totalidad.
En mi caso, por tener lenguaje, estoy despatarrado aquí en el suelo. Debo aprender. Ya veo aparecer muchos quebrachitos, machos y hembras, desvencijados. Aprenderemos, dándonos las manos unos a otros y llenaremos otra vez el Continente. ¡Que extraño re-nacimiento!
Llegará el tiempo y seremos millones. Y se detendrá el instante. Los quebrachos, con su pies bien formados, caminaremos iluminados por dentro. Y el Mundo, visible e invisible, será un solo canto.
|