Radiografía a un suicidio
Espejos de miseria
de rendición sin autoestima,
no hay luz en la mirada
ni manos que sujeten la caída.
Te sentaste, como cada día, tras aquel mesón. Pensabas, supongo, en la manera de hacer que nadie notara tu plagio a Chauffer. Bastante bien que lo hiciste, porque hasta hoy, siete años después de compuesta, pocos son los que se han dado cuenta. "Prometo guardarte el secreto", recuerdo haberte dicho alguna vez. Te sentaste y lo primero que hiciste fue mirar la fotografía pegada en la pared, de aquella niña a quien llamaste Martina, fruto de cualquier cosa menos del amor. Hay que reconocer que tal vez ella haya sido la única persona que amaste de verdad. Lástima que no haya sido suficiente.
No hay un lamento que yo quiera escuchar de ti,
sólo pierdo yo, sólo pierdo yo.
Nada, estoy golpeando mi cabeza contra el muro.
Peor que yo no hay nadie.
Comienzan a aparecer diversos personajes de la escena local, con sus barbas, tatuajes, piercings y poleras de F.N.M. Uno que otro escolar, entre ellos el famoso Papelucho. Pequeños seudofans, algunos sinceramente extasiados por tu extraordinaria sencillez, otros, reticentes a causa de tu natural introspección. De fondo se oye una vez más ese disco archi tocado en los nunca bien ponderados Aggrofest. Me gusta que a pesar de todo conserves tu gusto por "lo original".
Estoy muerto por dentro tantas veces
que ya casi no importa respirar,
conozco el suelo de cerca
y ya el olor me es común.
Te leí mil veces, y era tan evidente... Y esos barbudos que se autorrotulaban "amigos" entendían aún menos que nosotros. Tal vez pensaste cada día en ello. Tal vez mientras me vendías un disco, una entrada de concierto o me regalabas un flyer, estabas pensando en ello. Tal vez mientras tocabas tu guitarra, te golpeabas contra el micrófono... ¡qué sé yo! Siete años frente a ti. Siete años escuchándote, leyéndote, admirándote, adorándote. Todo frente a nuestros ojos, y aún así no supimos ver...
Soy un cobarde, soy un cobarde.
Es hora de terminar, es hora de terminar.
Sangro y se acaba el dolor,
sangro y se acaba el dolor.
-------------------------------
A medida que pasaba el tiempo, tus composiciones se tornaban más agudas, tus letras hablaban más claro, y nosotros entendíamos aún menos. Tal vez fuiste como esos profesores eternamente incomprendidos, apasionados por lo suyo, pero incapaces de superar las encrucijadas que su propia pasión los llevó a vivir.
Te lanzaste desde aquel séptimo piso, sin previo aviso, sin nada más que unas cuantas drogas en el cuerpo, no te llevaste ni la gloria ni los besos. "Por amor y odio es que se arriesga todo" te dije aquella vez, con las flores en las manos, las lágrimas fundidas entre los labios, y el corazón repartido en el suelo en mil pedazos.
Definitivamente nunca logramos entender nada. Lo que es peor, ahora que no estás, dejaste aún más incógnitas en las mentes retorcidas de todos nosotros, tus seudofans (como te gustaba llamarnos): ¿No que le dijiste a Martina, en aquella canción, "Miraré con tus ojos para ayudarte a crecer"? Ya veo que sólo es una de las tantas promesas que jamás vas a cumplir. |