.-¿Cómo me veré yo en una urna, en medio de una sala velatoria?.- le decía Humbertico con picardía al viejo Franklin

.-Seguro que te verías frío, patético y muy rígido.-le contestaba sobriamente el anciano

.-¿Alguna vez has pensado en morirte, Franklin?,...Porque...¡A mi si!, pero solamente para verle la cara a mis amigos y saber quien de verdad me aprecia y saber distinguir, dependiendo el grado de dolor, quien me odia y quien me ama,...¡Creo que sería divertido!.-

.-Pues, te diré que tengo 68 años,...¡Nunca lo he pensado! Y a decir verdad,...¡No lo deseo!.-

El viejo Franklin sobrevivía, gracias a la asistencia de su seguro de vejez y aunque tranquilo y sosegado, pensaba todo el tiempo, en lo triste que era llegar a viejo solo. Era el vecino mas cercano de la familia de Humbertico.

Mientras tanto, aquel niño ya rayando la adolescencia, desarrollaba inquietudes quizás absurdas, pero precisas, para un muchacho de diez años de edad que busca incansablemente, avanzar hacía lo desconocido sin medir consecuencias y casi todas las tardes importunaba al anciano y éste lo agradecía porque, era una manera entretenida de neutralizar su soledad. ¿A quien le gustaría morirse?. ¿Quién no le teme a la muerte?¿Habrá alguien tan insensato que invoque la muerte para divertirse? Pues, aunque parezca mentira, aún cuando le tememos y no la deseamos, sin querer la provocamos insistiendo en ello constantemente con una frase muy manejada “Siempre nos vamos a morir”, “De algo tenemos que morirnos” o quizás “Es lo único que no tiene remedio”.

.-Creo que te pasaste Humbertico.-le dijo el viejo

.-¿Por qué?,...¡Si es solo una idea!.-

._ No invoques a la muerte porque, seguro...¡Aparece!

Al día siguiente, como todas las tardes Humbertico tocó a la puerta del viejo y nadie le contestó. Extrañado volvió a intentarlo y tampoco recibió respuesta alguna. Angustiado saltó por la ventana hacía el interior de la casa y para su asombró, distinguió el cadáver del hombre tirado sobre un sillón en medio de la sala.

Aterrorizado y con la inquietud propia de un muchacho de su edad, salió corriendo para anunciarle a sus padres el macabro hallazgo. Cuando llegaron sus padres, Humbertico notó un papel doblado que sostenía el hombre entre sus dedos y con mas angustia que curiosidad, decidió tomarlo y al desdoblarlo, consiguió un texto que le dio escalofríos y que decía algo estremecedor:

“ Aunque no estoy seguro, nunca sabré quien me odia o me ama, pero si se, que desearía estar vivo para seguir compartiendo contigo los momentos hermosos que nos depara la vida. Siento la necesidad de expresarte mi más cálida bienvenida a la muerte y aunque jamás la conocerás, mírame y sabrás de inmediato, como te verías si murieses,...¡Frío, patético y muy rígido!. La sabiduría está en saber vivir la vida y recuerda tan solo una cosa, no invoques a la muerte porque...¡Aparece!”.

Humbertico, sobresaltado comprendió el mensaje y se prometió no volver a provocar situación alguna que involucre a la muerte, para no alborotarla, mientras una mueca involuntaria reflejaba su desaliento y pesar por la pérdida de su amigo.