Como tantas noches, luego de mi trabajo, hoy me he asomado por mi ventana para mirarte en tu departamento, y no estas allí.
Una intriga corre por mis labios, observo con principio de dudas en mi reloj de muñeca y allí esta, la hora justa, ya deberías estar en tu habitación. Tantas noches descubriéndote y hoy cambias de planes, y lo mas extraño es que ninguna luz de tu hogar esta encendida.
Unos celos caminan por mi mente, y lo primero que en ella arriba es la nauseabunda idea de que estés, quien sabe donde, con otra persona, quizás hasta en tu propio departamento, disfrutando de un
bello cuerpo que ha sido de tu propia elección. Deberías entender que tu no me has elegido, he caído como una estrella del cielo, sin oportunidad de elegir, solo para vislumbrarte. Y solo puedo
recordarte, en tan gloriosos momentos, mirándote, desnuda, frente a tu espejo, acariciando tus curvas, las líneas de tus cabellos, observándote y disfrutándote segundos antes de pasar al baño, y la ducha. Diría que mas sensual te vuelves con el cabello y tu rostro mojados y emanando vapor, tu cuerpo cubierto por tan solo una toalla, y nuevamente el paradisíaco momento. Te quitas la tela y comienzas a peinarte, algunas veces bailando la música que tu eliges, y que a mi me encanta imaginar que es Gilespi o quizás Miles Davis. Te cubres con las sabanas de la hermosa cama, aquella en la que en lejanas horas de la noche te recuestas para leer algún un libro, y desapareces en la negrura luego de apagar la
lámpara de la mesa de luz.
Y aun me abruma la duda de donde estarás, siento mis piernas temblar levemente, quizás de ira, quizás de celos, o solo de intriga, por la simple idea de que, luego de tantas noches, logres escaparte
de mi espionaje.
Casi imperceptible, la cortina en la ventana de tu living se menea, luego de tanta tranquilidad es lo único que llama mi atención. Entrecierro mis ojos para lograr una mirada de mayor precisión, y algo entre la duda, la vergüenza y una extraña euforia hace que no pueda mover mi vista de allí. No puede ser, no tiene sentido. Pero no me equivoco, eres tú, agazapada entre la oscuridad, mirando hacia mi, casi exactamente hacia mis ojos, y podría jurar que de tu rostro me diriges una esbelta sonrisa. Y no puedo hacer otra cosa que imitarte. |