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La cruz de Campo Afuera
La somnolencia de la tarde otoñal y el sol sanjuanino se hacían mas presentes a través del vidrio de la ventanilla del Duna.
Eran mas o menos las cuatro de la tarde, habíamos salido de comer un asado en el camping de los empleados de comercio, el lechón engullido y seguramente el Sirah, tan sanjuanino él, ayudaban a que los ojos quisieran estar cerrados pese al traqueteo de los vencidos amortiguadores del auto.
Williams, nuestro chofer y Alejandra, nuestra anfitriona, se empecinaban en querer mostrarnos las bellezas que tiene la provincia, por lo menos en los alrededores de la capital, sin reparar, que nosotros ciertamente mas anhelábamos una buena siesta en ese momento.
Así vimos los barrios Soleares, tan disputados en esos momentos por problemas vecinales y luego, sin saber bien como, nos encontramos en la ruta camino a Chimbas.
Esta ciudad es una de las de mayor crecimiento poblacional en la provincia y donde realmente se están haciendo esfuerzos para paliar el déficit habitacional que sufren.
Así vimos, como la barriada denominada Costa Canal, había pasado a ser, de la villa miseria que viera meses atrás, un modesto barrio obrero que no por eso dejaba de bordear el caudaloso canal que lleva agua a los viñedos y a los olivares.
Lo curioso de esta barriada es que posee una sola calle, que por supuesto no tiene mano ni contramano o que las posee a ambas según el destino que uno quiera darle, ya que tiene entrada pero no tiene salida.
Cuando el vehículo estaba a mitad de la susodicha calle, Williams, el chofer autóctono, pero con nombre importado, nos explicó que esa barriada es la que tiene el mayor índice de delincuencia de toda la provincia.
Con el Duna cruzado en la angosta calle nos decía que allí todos los días hay un homicidio y que no es raro que la víctima termine tirada en el canal y encontrada kilómetros mas abajo varios días después.
La tranquilidad volvió apropiarse de nosotros, una vez que el automotor retomo su impulso enfilando hacia la entrada-salida de la barriada.
Nuevamente en la ruta, nuestros amables guías enfilaron para Albardón, seguramente fue en ese instante en que, digestión mediante, me adormilé apenas salidos de Chimbas.-
Cuando volví a abrir los ojos, el auto circulaba a mediana velocidad sobre una línea negra que dividía en dos un monocorde terreno gris que se extendía varias leguas a ambos lados, hacia el oeste hasta las estibaciones de la pre cordillera, hacia el este hasta la línea que une el cielo con la tierra, que los que saben llaman horizonte.
Fuera del camino asfaltado solo había piedras, un interminable pedregal que parecía haber contagiado su grisáceo tono al cielo de esa media tarde templada de otoño.
Pero si bien lo árido del terreno llamó mi atención, al punto de imaginarme una pizarra tendida horizontalmente y como si sobre ella una invisible mano hubiera cruzado con una tiza una interminable línea recta, negra e infinita, lo que mas me llamó la atención fue encontrar, en el medio de esa nada gris dividida por la línea negra una inmensa cruz que bordeaba otra mas pequeña.
Pregunté por su sentido, y entonces me contaron.
La ruta que estábamos transitando conduce hacia el cerro Villicum, y con el nombre disputaron William, nuestro chofer y Alejandra, nuestra anfitriona, puesto que en la lengua huarpe la letra m no existe, por lo que el verdadero nombre del cerro es Villicun, según Ale, y según el conductor la m fue agregada como parte del exorcismo.
Dicho cerro, según la tradición huarpe, que vienen a ser los hombres originarios de esas tierras antes de la llegada de los extranjeros (españoles , italianos, portugueses o lo que sea), según esa tradición decía Alejandra, el Villicun o Villicum es el lugar en que se reúnen todas las brujas de la región, y por supuesto que para poder reunirse tienen que transitar, vaya uno a saber como, por esta zona.-
El caso es que esta tradición ha sobrevivido al tiempo y a la pretendida evangelización cristiana como una herencia de los huarpe, que por supuesto han pasado a mejor vida.-
Unos kilómetros mas delante de donde estábamos, el intendente de Albardon decidió levantar una barriada de unas cuarenta o cincuenta casas, a las que, de puro lambebotas le puso el nombre del presidente de turno, al que por supuesto invitó al acto de inauguración de las casas.
El día que iban a entregar las llaves de las casas a los afortunados que las tendrían que habitar, el ingenioso intendente movilizó cielo y tierra para quedar bien con su invitado, el presidente de la Nación, así que el acto fue una verdadera pinturita, todos aplaudían, todos daban vivas, todos agradecían.
Pero cuando terminó el acto, también todos se fueron, nadie fue a ocupar la casa que le había correspondido, es mas, nos contaban nuestros amigos, hasta parecía que todos estaban apurados por irse del lugar, intendente incluido.
Esto asombró al Presidente, que intrigado, preguntó porque nadie se quedaba a ocupar la casa que le había tocado en suerte habitar.
Al principio ninguno quiso dar una respuesta, hasta que una vieja ya octogenaria, le dijo que eran las siete de la tarde y que esa es la hora en que comienzan a llegar al Villicum sus moradoras, las brujas.-
El Presidente sonrió ante tamaña creencia, a todas luces producto de la fantasía, pareciéndole imposible que por tal tontería, la gente se negara a tener una vivienda que el propio gobierno le regalaba.
Entonces la viejita, le explicó que el lugar donde estaban, en algún momento de los tiempos pasados, fue un fértil valle, poblado de vides y de olivos que cultivaban sus habitantes con las aguas que bajaban del Villicum.
Que el cacique, tenía un hijo que era por demás hermoso y que lo tenía destinado a desposarlo con la hija de otro cacique de una comarca vecina, para así poder aumentar el poder de su tribu.-
Pero que el muchacho no tenía intenciones de andar esperando que se apareciera una desconocida para conocer los placeres de la vida, así que, aprovechándose de su belleza se dedicaba a enamorar a cuanta indiecita de su tribu estuviera a su alcance.
Un día, encontró una hermosa muchacha de piel cobriza caminando hacia el Villiculm, y decidió poseerla.
Como la muchacha no respondía a sus requiebros de buena voluntad, el hijo del cacique decidió usar la fuerza, pero en el momento en que intentaba hacerlo, la muchacha mostró su verdadera identidad, era una de las brujas del Villicun, y en castigo se llevó al muchacho hasta la cima del cerro para esclavizarlo de por vida.
Desde ese entonces, cada atardecer, las brujas que van camino al Villicun, cada vez que encuentran a un hombre en su trayecto, se lo llevan al cerro y lo esclavizan, por eso nadie quería quedarse a vivir en la nueva barriada.-
Y también por eso, el obispo de San Juan, tan creyente él y con tanta fe, hizo montar una cruz un kilómetro antes del nuevo barrio, para ahuyentar a las brujas y que la gente pudiera vivir en sus casas.-
Media hora mas tarde, llegamos a la barriada, cuarenta o cincuenta casas iguales, distinguiéndose por grupos según los colores con que habían pintado sus cenefas y sus aberturas: celestes, rosadas, rojas, violetas, blancas.
Resultaba pintoresco ver esas construcciones en medio del gris pedregal… y resulta mas curioso ver que no había un solo hombre, ni un niño, ni un joven, solo mujeres viviendo en Campo Afuera, a un kilómetro de la cruz, cerca del Villicum.-

Texto agregado el 22-04-2006, y leído por 477 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-04-2006 Gostei muito, um conto leve e divertido, con malas brujas...assado y Sirah...Delicoso! ternura2006
 
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