Un día por la mañana el se despertó con una gran erección. Era tan prominente que había descubierto el cierre de su pantalón. La noche anterior había dormido sin trusa y su madre, que muy temprano se paraba, seguramente lo había visto, pero no le dijo nada. Era el instinto reproductor que comenzaba a funcionar.
Cuando su padre lo llevaba al rancho sufría de constantes erecciones. Su bello púbico ya era abundante y los pelos que crecían de la base de su pene se le enredaban en el glande con cada erección. Él metía furtivamente su mano en el pantalón para apartar los bellos que estrangulaban su pene. Desde aquellas veces, había notado la sensación placentera que experimentaba al frotarlo con su mano, pero sólo en lapsos muy breves. Después de bañarse le gustaba admirar su cuerpo desnudo, sus piernas blancas y sus genitales de un color oscuro que contrastaban completamente con su color de piel. Los bellos eran abundantes en su pubis; un día arrancó un pelo rizado que midió con una regla: ocho centímetros, miró. Cierto día, no teniendo nada qué hacer se desnudo en su cuarto, en una noche oscura, cuando los grillos y las ranas cantaban; en una noche oscura, buena guardadora de secretos, decidió admirar su erección y empezó a estimular su pene. Lo frotaba arriba y abajo hasta que un calor se apoderó de todo su cuerpo; notó que entre más frenética era la fricción, más placer sentía y el calor en su cuerpo se incrementaba. Una serie de contracciones y espasmos comenzaron a sucederse precipitadamente. Siguió con eso unos minutos más cuando brotó de él, como en una erupción volcánica, una gran cantidad de semen, la primera lechada que sacaba por haberse manipulado. Las otras veces habían sido cuando estaba inconsciente, mientras dormía. Una vez su hermano lo vio desnudo y pensó que se había meado. El no comprendía que era ese líquido viscoso con el que se empapaba su trusa por las noches; él creía que eran meados y se levantaba al baño medio dormido para lavarse. Después descubrió que a ese líquido viscoso y blanco le llamaban semen y sus amigos del barrio le decían “leche”.
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