Caminé por esas calles que llegamos a transitar, sólo con los ojos, y como si fuera un ave busqué nuestro nido, esa cama que rechinaba a nuestro ritmo y paso, y el tiempo me mostró lo lejos que estaba todo, a la distancia de estar tan cerca. Jugué una y otra vez a no acordarme, haciéndome el fuerte, manché mis ventanas y me escondí de la luz, pero su sonrisa me iluminaba, más temprano que tarde la careta se me caería y mi llanto mancharía mis ropas blancas, tan cerca del dolor que dolía de sólo pensarlo…
Acaso no sea esta la mejor forma de iniciar mi relato, pero es eso lo que me pasaba por aquellos días en que la noche me hablaba de la piel de mi mujer amada, la única con quien quise compartir mi vida, y nada de lo que diga o haga ahora me recuperará la pérdida de la mañana en que se fue. Aún recuerdo ese primer día al mirarla, ¿cómo iba a imaginar que amaría tanto a esa mujer? Me gustó, lo sabe, lo supimos en ese momento y el silencio me robó las palabras que hoy le cuento, pero en esos ojos me miré por tanto tiempo que hasta me acostumbré a mirarme sin tener un solo espejo.
Comenzamos compartiendo el desayuno, y al dormir y al abrazarla, me acostumbré a su aroma, a su piel, a su mirada, porque despertando estaba ella, como cuando llega la mañana, y se va el frío. Ella nunca supo cómo la disfrutaba, cómo por las noches de insomnio la miraba cuando por fin compartimos la misma cama. Ella era de otro, teóricamente estaba comprometida con y por otro ser que llegó a conocerla antes que mis ojos que no la dejaron marchar hasta después de mucho tiempo de su llegada. Cuando estuvimos solos, que no siempre pasaba, le miré y ella sabía que la deseaba, por más que me dijera a mi mismo tanto mi lógica como mi prudencia que no la tocara...
El sillón quedó corto y sobre el piso cerro los ojos dispuesta a mi acercamiento y entonces la besé, nunca me perteneció ni le pedí que lo dejara, pero cuando por las noches le llamaba y contestaba yo, era arduo escucharle decirle amor cuando a mí nunca me lo nombrara, ni por asomo un gesto de esa falsa ternura me manifestara. Yo le pregunté un sinfín de veces el porqué no le dejaba, pero nunca la pude ni quise forzar a nada, ella me entregó su vez primera al sentir que era demasiado el primer beso al que le siguieron esas noches desenfrenadas, llenas de pasión que emanaba de los poros del silencio, les sudor de nuestros cuerpos, de nuestra prudencia forzada.
¡Cómo me gustaba morderla! Llegar por detrás suyo y tomar su busto entre mis manos ansiosas de recorrerla toda, le olía el cuello y al oído le susurraba que la necesitaba, que deseaba estuviésemos solos para saborearla, para hacerla sentir lo mucho que le adoraba y el cómo demostrarlo podía, y de nuevo el sillón donde me lastimaba, la cama y el closet, la cocina y el baño, el pasillo que daba a la sala, el ascensor y la escalera, cualquier sitio bastaba para dar al desenfreno la entrada primera, y la prudencia segunda.
Me gustaba su tono cantado de decir las cosas, eso de “es bromita” que no se me olvida aún ahora que llevo tanto sin escucharla, y eso era para mí algo de lo más valioso, aunque nunca lo supo… El crujir de su ropa hecha jirones… las cosas que nunca dije y tantas cosas de las que me acuerdo pero mencionar no puedo, porque no quiero vulnerarla. Mis rarezas y esos sueños compartidos. Cuando no pensé en ella, me acordé de mí, y de cómo fui feliz a su lado, después de todo ese cansancio de no dar tregua, y de matarnos noche tras noche en que el dormir junto a la ventana la atemorizaba.
Escuchamos y vimos tantas cosas, que me doy cuenta de que con ella se fue un poco de mi memoria y de mi alma, y de que hasta ahora nadie ha podido darme tanto ni hacerme tanto daño y falta, pero nunca pensaré que fue un fracaso, porque cuando no pensé en ella pensé en lo que hacíamos y significábamos juntos, lo he logrado, ya estoy leyendo el libro rojo que incompleto dejó a su paso, y el miedo de un portazo lo he tumbado cansado de ser mas llanto, y si me preguntan a que espero, es a que no tenga que leer todo esto para saber lo importante que fue y es, en esta vida que quedó marcada por su paso.
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