Al mirar el universo estrellado
una sola cosa comprendo:
queda mucho por descubrir y conocer
dentro de la inmensidad infinita.
Porque infinita se torna
la mirada enamorada
y sin fin,
el corazón de una madre
ante su hijo.
Y tan profundo como las simas
de los océanos oscuros
como altas las cimas
de majestuosas montañas
se torna la conciencia
del santo enamorado
del origen de todas las cosas.
Desde mi aurora hasta mi ocaso,
durante la ruta que ahora recorro,
percibo una luna quieta a mi mirada
y un sol luminoso en mi reposo.
Al comenzar todo ya estaba,
y de este concierto sólo formo una nota.
De esta melodía que ya canta
la gloria del que crea porque Es
y porque ama lo que Es.
Dios santo, soy un niño
en tu presencia
que te descubrió en el tibio
amanecer del vientre materno.
Soy un anciano
tocando retoños
y sonriendo el nacimiento
de las cosas.
Nazco y muero con una convicción:
Dar gracias por participar
de esta sinfonía celestial.
Texto agregado el 10-02-2003, y leído por 497
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