Era uno de esos Abogados, que se sienten bien con que uno les diga, Doctor. Había salido de una universidad pública y para chanchullos, negocios raros y sobornos, era un especialista, sobre todo en la parte civil del Derecho.
Este Doctor, El señor Cortés, solo tenía un problema: le gustaba mucho meterse con un viejito, que se llamaba Don Luis. Lucho, tenía la rara costumbre de estar mascando chicle y era ya separado, aunque andaba enamorado de una muchacha de quince años, que no se porque le paraba bolas a un tipo como lucho, que ya tenía, como sesenta años.
Don lucho se llevaba al abogado Cortés y a otros tipos, ya maduros a tomar trago, cerveza, aguardiente; lo que cayera de trago les caía a ellos, como anillo al dedo. Ya borrachos, el combo del que mascaba chicle, se iba para los bailoteaderos, donde estaban las muchachas malas, y se pegaban unas amanecidas, casi siempre los viernes culturales. En una de esos rumbonones, festines, al doctor cortés y a un primo hermano de él, les dieron escopolamina. El que mascaba chicle, se salvó, pues no fue tan bobo, como lo fueron los demás. El doctor Cortés y su primo, amanecieron tirados en un pastal de un gran parque del sur de la ciudad, todos empelotos y drogados.
Al doctor Cortés, le costó un gran esfuerzo, el volver a la normalidad, por sus fueros; Además, que las peleas con su mujer, no se hicieron esperar, pues ella no se había dado cuenta, que casi todas las semanas, cortés se iba era de parranda y con las muchachas sucias.
Don luis, lucho, el que siempre masca chicle, siempre que va a donde su amigo el doctor cortés, le dice, medio en serio, medio en broma: Qiubo Doctor, vaya destapando la cafecita(refiriéndose al wiskhey), que aquí nadie le echa escopolamina. Todos los presentes, sueltan la carcajada y el pobre doctor que quedo medio loco, le toca hacerse el bobo y quedarse callado, pues comprende que es el castigo, por no saber en donde se mete, los viernes culturales.