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Los labios

Alguna vez leí en un diario o una revista, la verdad es que no recuerdo bien, que la boca de un ser humano era muy reveladora de su forma de ser. La posición en que se juntan los labios, el rictus, la expresión permanente, si se muerde los labios constantemente o no, si son grandes o pequeños, proletas, o aristócratas, labios apretados, labios vírgenes, labios que guardan secretos inconfesables. Labios, en definitiva, dos porciones de tejido formando una boca que trata de expresar el comportamiento sexual, social, mental, de cada uno.

Usando gafas oscuras, que no me saco en ningún lugar, menos en el metro que es uno de los lugares más peligrosos para alguien como yo, descubrí un juego que me fascinó: Observar discretamente, amparado por los cristales de mis lentes, la boca y su conjunto de cualquier pasajero que tuviese enfrente. Este juego debía ser cuidadoso, pues el sólo hecho de pensar que la otra persona pudiese darse cuenta me aterraba.

Conocí, o creí conocer, más de la naturaleza humana practicando este juego, que en todas mis lecturas y mi particular experiencia vital. Los seres humanos son extraños y ajenos a si mismos, si pudiesen darse cuenta de lo que yo me di cuenta, se aterrarían, se extinguirían.

Sólo una persona me respondió al juego. En aquel momento de mi vida me encontraba cansado de este jueguito. Viajaba distraídamente como todos los días en el último vagón, cuando sentí un calor sobre mis labios, una presencia o algo que se concentraba entre mi barbilla y la nariz. Miré alrededor y ahí la encontré. Sofía llevaba poco tiempo practicando el juego, sin embargo era rápida y podía notar cuando alguien tenía más experiencia en esto que ella. Viajaba como todos los días por la mañana, rumbo a la universidad. La verdad es que yo no tenía nada que hacer a esas horas, aunque en realidad a ninguna hora del día tenía algo que hacer. Sin embargo me agrado el nuevo desafío que se presentaba ante mi: Descubrir qué es lo que ella deducía de mi, y qué es lo que yo podría descubrir en ella que no hubiese visto antes. El juego duro varias semanas. Jamás intercambiamos palabras, pero me bastaba reconocer su estado anímico mirando sus labios, si había restos de pasta dental, si tenía migas, si había besado toda la noche anterior a su amado, en fin, cosas que sólo yo podía notar. Aquellos labios eran un desafío que me invitaban a cortar (romper) la frialdad transeúnte y pasajera del metro.

Ese día me acerqué a ella, repasaba sus apuntes de modo que no notó mi presencia hasta que estuve a escasos centímetros. Humedecí nerviosamente mis labios y abrí la boca. Ella alcanzó a adivinar mis intenciones, pero no pudo hacer nada cuando ya había mordido sus labios quedándome con un trozo de su inalcanzable interioridad.

Texto agregado el 13-12-2003, y leído por 350 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
10-08-2006 Me parece Bueno. 5* yerard
03-03-2004 al igual que Venicio creo que el cuento merece un final con mayor fuerza, vale la pena. Me gusto mucho andreina
27-01-2004 Pienso que el relato y la idea son tan buenos que merecen un remate de mayor altura y sorpresa. venicio
13-12-2003 encantador relato, que no se escapa de la posible realidad, felicitaciones daniluna
13-12-2003 Gracias Gabrielly por las correcciones ortográficas que siempre son bien venidas. Saludos Koji. koji
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